Oración Comunitaria 23/04/2015
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES A LA VIDA
CONSAGRADA
Monición de entrada
Nos reunimos
en esta noche como Iglesia para orar delante del Buen Pastor, para pedirle por
las vocaciones a los diversos estados de vida, para suplicar «al Dueño de la
mies que envíe trabajadores a su mies», y también para decirle al Señor: «¡Qué
bueno caminar contigo!». Nos
unimos así a los sentimientos de la Iglesia, pidiendo por las vocaciones
nativas. Dispongámonos a participar de este momento de oración, en el que nos
encontramos con el Señor cara a cara. Como hacemos
cada jueves desde que comenzamos este tiempo de Pascua, seguimos desgranando
poco a poco la carta “Jesucristo resucitado, alegría de la vocación:
Los himnos litúrgicos
de la Pascua comienzan con este tono: “Cristo, alegría del mundo”. Nosotros somos vocacionalmente llamados a
vivir la Alegría del evangelio siendo eternos buscadores de felicidad,
peregrinos desde la periferia de las simples gratificaciones a la raíz de la
felicidad y alegría, entendidas como experiencia de vida que Jesús es y da.
Como su personalidad no era de orientación mercantil, pudo mantener su
fidelidad inquebrantable a Dios y una obediencia fiel a su voluntad, viviendo
sin complejos la irrelevancia social. Nos toca a nosotros, como a la iglesia
primitiva, centrar nuestras vidas, que tengan raíces fuertes, que tengan un
fundamento sólido y no naufrague en esfuerzos voluntaristas: “Es verdad, el
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24,34). ¿Cómo mostrar
abiertamente que la alegría del mensaje de la Pascua es la noticia que llega
siempre y nunca se gasta?¿Cómo empezar cada jornada
cantando: Buenos días, Señor resucitado, que alegras nuestra vocación, que
traes la alegría al corazón que va por tus caminos?. En medio
de nuestras tristezas, desconciertos y frustraciones, reconocemos que el Señor
resucitado trae la alegría al corazón humano. Cuántas veces no hemos cantado el salmo 4,8: “Tu, Señor, me das más alegría que si tuviera trigo y vino es
abundancia”. La alegría de la vocación encuentra en Cristo su raíz,
fundamento y meta. ¿De qué manera altera esto
nuestras vidas? ¿Cómo puede iluminar esto un nuevo modo de vivir nuestra
vocación?.
Canto: Bonum est confidere in Domino, Bonum sperare in Domino
Vocación
de Moisés Éxodo 3. 1-7,10,12. 4.1-3)
Moisés
pastoreaba el rebaño de su suegro. El ángel del Señor se le apareció en una
llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés dijo: - Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es
que no se quema la zarza. Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde
la zarza: - Moisés, Moisés. Respondió él: - Aquí estoy. Dijo Dios: No te
acerques. Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno
sagrado. Y añadió: - Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac, el Dios de Jacob. Moisés se tapó la cara temeroso de mirar a Dios. El
Señor le dijo: - He visto la opresión de mi pueblo en Egipto. Y ahora, anda,
que te envío al faraón
para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas. Moisés replicó:
-¿Quién soy yo para acudir al Faraón o
para sacar a los israelitas de Egipto? Respondió
Dios: - Yo estoy contigo... Moisés replicó: - ¿Y si no me creen ni me hacen
caso, y dicen que no se me ha aparecido el Señor? El Señor le preguntó: -¿Qué tienes en la
mano? Contestó: - Un bastón. Dios le dijo: - Tíralo al suelo. Lo tiró y se
convirtió en serpiente
Canto: Tú me has llamado, no permitas que diga "soy como un niño"
Dios,
ayúdame a decirte sí, a decir que sí
Testimonio
de una religiosa o Noticia: vocaciones
(Publicado el 17.04.2015 en Vida Nueva). Carlos Amigo
En estos tiempos
pascuales se celebra una jornada dedicada a la oración por las vocaciones. La
intención está en la esencia de lo que es el Pueblo de Dios y, más en concreto,
de la comunidad de bautizados en Cristo Jesús. El pueblo necesita pastores que
guíen, alimenten y protejan a quienes se han puesto bajo su protección y
cuidado. Habrá que pedir al Dueño que provea de esos imprescindibles
cuidadores. Buenos mayorales nos ha enviado Cristo, al decir de san Juan de
Ávila; buen mayoral tenemos en Cristo y, en su nombre y con la gracia del
Espíritu que han recibido, lo llevan por buen camino y, si las cañadas y los
desfiladeros son oscuros y difíciles, nada hay que temer, pues firme es el
cayado y la vara que nos sostienen.
En la antigüedad era
la misma comunidad cristiana la que elegía entre sus miembros a aquel que
consideraba idóneo, que tenía vocación y estaba dispuesto a responder a Dios,
que lo llamaba para el servicio de presidir y de servir en la caridad. La
comunidad lo presentaba, pero era el Papa o el obispo quien lo designaba y
enviaba, fuera para el oficio de párroco o para el ministerio episcopal.
Una comunidad en la
que no hay miembros dispuestos a asumir el ministerio presbiteral o diaconal
puede considerarse que está poco menos que muerta, pues no siente la urgencia
de pedir a Dios aquello que necesita. Se contenta con esperar a que sean otras
parroquias, otras diócesis las que se esfuercen en buscar y enviar ese pastor,
ese sacerdote imprescindible. No solo es una actitud conformista, sino
parasitaria. Se quiere vivir a costa del trabajo de los demás. Otra cosa bien
distinta es la corresponsabilidad y la contribución al bien común y la
cooperación y ayuda en el servicio ministerial a toda la Iglesia.
Sería una gran
incoherencia el quejarse de la falta de vocaciones y, al mismo tiempo, estar de
brazos cruzados, esperando que sean otros padres quienes se sacrifiquen al
ofrecer a sus hijos para el servicio de la Iglesia. Se lamenta el pueblo de que
no tiene sacerdote en su parroquia o de que se ha cerrado un convento.
Pero nada se ha hecho
para promover las vocaciones sacerdotales o para la Vida Consagrada. En todo el
Pueblo de Dios recae la responsabilidad de pedir trabajadores para esa viña,
que es la Iglesia, pero también ofrecer aquellos recursos que pueden contribuir
a que, especialmente los jóvenes, escuchen la voz de Dios y se pongan en
disposición de responder con generosidad e ilusión a la llamada que les llega
del Espíritu. No ha de caber la menor duda de que la vitalidad de una comunidad
se mide por la presencia de vocaciones al ministerio ordenado y a la
consagración religiosa.
Dios es quien elige,
pero la comunidad tiene que ayudar en el discernimiento de los llamados, en su
formación y en su presentación al obispo diocesano o al obispo de Roma.
Canto:
Tengo fe en ti, envía tu
Espíritu Señor,
hazme
dócil a tu voz, quiero obrar tan solo desde la fe
Evangelio:
Jn 21, 15-19
Después de haber
comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón
de Juan, ¿me amas más
que éstos?» Le dice él:
«Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Le dice Jesús:
«Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por
segunda vez:«Simón
de Juan, ¿me amas?» Le dice él:
«Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Le dice Jesús:
«Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez:«Simón de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le
preguntase por tercera vez: «¿Me
quieres?» y le dijo: «Señor,
tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. «En verdad, en verdad te
digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando
llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú
no quieras».
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho
ésto, añadió: «Sígueme».
Canto: dame alguien que me guíe, un guía que no sea ciego
Oración de los fieles:
Monición
de despedida:
Somos
enviados como buenos pastores para conducir a nuestros hermanos al buen pasto
de la fraternidad y del amor. Lo hemos aprendido del Señor, y nos sentimos
orgullosos de haber descubierto que podemos ser como Él, Buen Pastor. En esta
Jornada, nuestro compromiso con la Iglesia se puede concretar en orar al Buen
Pastor para que siga enviando otros pastores a su Iglesia, nuevas vocaciones, y
en colaborar para que aquellos que han sido llamados puedan disponer de los
recursos necesarios para ser fieles hasta el final. Terminamos con Francisco de
Asís diciendo: Oh Alto y Glorioso Dios…
Canto: basta con mirar y callar para escuchar tu Palabra...