Oración Comunitaria 15/04/2004
Orar desde la ciudad moderna
63.- El ruido, la presión de los medios de comunicación, la movilidad, la forma competitiva de vivir, la publicidad, la invasión del hogar, las prisas y tensiones hacen casi imposible el sosiego que parece indispensable para rezar. No es extraño que más de uno huya de la ciudad buscando un lugar retirado para orar (cfr.Mc 1, 35). Pero la solución no puede estar sólo en esas salidas periódicas. Dios está donde están los hombres; está en medio de la ciudad. Además, hemos de orar siempre, sin desfallecer (Lc 18, 1).
La vida moderna refleja la grandeza y la mediocridad del hombre de hoy, sus deseos de libertad y su pecado. En ese combate entre el pecado y la gracia es posible descubrir destellos de la presencia de Dios atrayendo a hombres y mujeres hacia la bondad, la justicia y la fraternidad. Ahí están también los pobres, los excluidos, los desvalidos, los ancianos, las personas solas, los jóvenes desorientados, con su dolor, su tragedia o su desesperación. Son una invitación a descubrir en ellos el rostro de Cristo.
Orar en la ciudad requiere asegurar y cuidar unas condiciones. Hablaremos de ello más tarde. Ahora queremos recordar que esta vida moderna puede y debe alimentar nuestra oración. Oración de súplica e intercesión por quienes sufren, aunque sean gentes desconocidas que cruzamos en nuestro camino. Oración de alabanza y acción de gracias por todo cuanto significa dignificación de la vida y servicio a los más necesitados. Oración de petición de perdón. Oración que conduce al compromiso concreto por una vida más justa y humana para todos
¡Alma mía, bendice al Señor!¡Señor,
Dios mío, qué grande eres!
Vestido de esplendor y majestad,
arropado de luz como de un manto,
tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,
levantas sobre las aguas tus altas moradas;
haciendo de las nubes carro tuyo,
sobre las alas del viento te deslizas;
tomas por mensajeros a los vientos,
a las llamas del fuego por ministros.
Sobre sus bases asentaste la tierra,
inconmovible para siempre jamás.
Del océano, cual vestido, la cubriste,
sobre los montes persistían las aguas;
al increparlas tú, emprenden la huída,
se precipitan al oír tu trueno,
y saltan por los montes,
descienden por los valles,
hasta el lugar que tú les asignaste;
El Papa Juan Pablo II dijo el domingo al mundo en su mensaje de Pascua que una cultura de amor tiene que derrotar al terrorismo y a la "lógica de muerte" y de venganza en Iraq, Tierra Santa y otros lugares donde existen conflictos.
El Papa, de 83 años, que celebra la Semana Santa número 26 de su pontificado, hizo estas declaraciones en su mensaje "Urbi et Orbi" al término de la misa del domingo de resurrección en la Plaza San Pedro del Vaticano.
"Que la tentación de buscar venganza ceda el paso al coraje de perdonar. Que la cultura de vida y amor convierta en vana la lógica de muerte", declaró.
Juan Pablo rezó por que la humanidad pueda encontrar la fortaleza para "afrontar el inhumano, y por desgracia creciente, fenómeno del terrorismo, que rechaza la vida y trae dolor e incertidumbre a las vidas diarias de tantas personas trabajadoras y pacíficas".
Asimismo instó a que todos los hijos de Abraham -el patriarca bíblico considerado el padre de la cristiandad, el Islam y el judaísmo- a que "descubran la fraternidad que los une y los mueva a propósitos de cooperación y de paz".
Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."»
Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Vosotros sois testigos de estas cosas.