Oración Comunitaria 25/03/2004
Una oración para nuestros tiempos
59.- La ausencia social de Dios puede hacer florecer en nosotros una oración, más probada. Hoy resulta más difícil rezar con palabras superficiales o repitiendo fórmulas de manera mecánica. Difícilmente puede ser entendida la oración sólo como una obligación. Es más fácil que se disipen gustos engañosos y falsas autocomplacencias de quien rezaba pensando yo no soy como los demás. Es la hora de aprender a orar desde la espera, la paciencia y el deseo de Dios. El desposeimiento de nosotros mismos y el desprendimiento de falsas seguridades puede abrir un espacio nuevo para la visita de la salvación de Dios.
En comunión fraterna con los no creyentes
60.-La oración del cristiano no puede desentenderse de nadie. Tampoco de quienes, victimas de la indiferencia generalizada, no aciertan a creer. Es Dios mismo quien le impide mirar como desde fuera y a distancia a sus hermanos incrédulos. Por otra parte, no es posible trazar fronteras claras entre creyentes y no creyentes. En todo creyente hay un no creyente, y viceversa. Nadie posee a Dios con seguridad; ante él, nadie se ha de colocar por encima de nadie. Santa Teresa de Lisieux es un ejemplo vivo de esta comunión fraterna con los incrédulos. Cuando en su noche oscura, su fe queda reducida a un humilde quiero creer, Teresa comprende a los que no aciertan a creer, los considera y los llama con toda naturalidad hermanos, se dirige a Dios en plural, le reza en su nombre y pide por ellos con estas palabras: Tu hija, Señor, ha comprendido tu divina luz y te pide perdón para sus hermanos ¿No podrá también decir en nombre de ellos, en nombre de sus hermanos: Ten piedad de nosotros, Señor, porque somos pecadores ?. Desde su propia prueba de fe, Teresa se siente hermana de los incrementes. Hace causa común con ellos. Su oración es compasión, cercanía e intercesión por ellos.
(serán mi pueblo y perdonaré sus pecados)
"Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor -oráculo del Señor-. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados."
NEUROSIS ISRAELÍ
HACE tiempo que Israel ha perdido el sentido de la medida. Encastillado en una especie de neurosis colectiva, la única democracia del Oriente Próximo se empeña en perder los pocos amigos que le quedan en el conflicto que mantiene con los palestinos y sus aliados árabes. Perdida la batalla de la comunicación ante los medios periodísticos internacionales, el Estado de Israel parece decidido a renunciar, también, a la legitimidad antiterrorista a pesar de los brutales e injustificados golpes perpetrados por los suicidas palestinos que sacuden los cimientos de su difícil estabilidad democrática.
Nadie discute a los israelíes su derecho a combatir con contundencia y firmeza el terrorismo que padecen. Pero la lacra del siglo XXI que sufren las sociedades abiertas exige de ellas el respeto de unos mínimos indeclinables de legalidad y proporcionalidad. De lo contrario, su trasgresión supone en la práctica ofrecer un respiro a los terroristas y aligerar la barbarie que acompañan sus acciones.
El asesinato del líder de Hamas, Ahmed Yasin, llevado a cabo ayer en Gaza constituye un acto de violencia injustificado. Las consecuencias del mismo son, además, imprevisibles. No sólo por la escalada de terror que puede desencadenar sino porque proyecta peligrosamente sus sombras sobre todo el inestable Oriente Próximo. Enmarcado dentro de un operativo israelí mucho más amplio, la finalidad de éste trata de desactivar a la organización Hamas antes de que se produzca la retirada definitiva de Israel de la franja de Gaza y, con ella, el control de la Autoridad Palestina sobre este territorio. En este sentido, la operación del domingo en el campo de refugiados de Jan Yunes y en la ciudad de Kissufim, y el ataque aéreo de ayer sobre la furgoneta que transportaba a Yasin y sus guardaespaldas, responde a un doble objetivo: descabezar a Hamas y, de paso, agudizar el enfrentamiento de esta organización con el Gobierno de la Autoridad Palestina que preside Ahmed Korei.
Que tres helicópteros «Apache» de la Fuerza Aérea israelí disparen sus misiles aire-tierra sobre un Ahmed Yasin anciano y en silla de ruedas, supone -a pesar de la dudosa catadura moral y la presunta responsabilidad terrorista del jeque asesinado- abonar el terreno para la leyenda entre sus seguidores. No cabe duda que la autoría de la decisión del premier Ariel Sharón es directa y determinante al respecto. Como ha señalado un portavoz de la oposición, el «operativo fue decidido con las vísceras, no con la cabeza». Sus decisiones no sólo han demostrado otras veces ser ineficaces en términos antiterroristas, sino que los grupos terroristas palestinos han seguido sembrando el terror todas las semanas a pesar del radicalismo y la virulencia con la que Sharón ha decidido gestionar la permanente crisis de seguridad que vive la sociedad israelí.
Incapaz de abordar una estrategia inteligente que dé respuesta eficaz al paroxismo terrorista palestino, Sharón se empecina en cultivar el victimismo de la contradictoria contraparte palestina y, de paso, propiciar un clima de crispación que desestabiliza el difícil proceso de paz que trata de poner en práctica -con cada vez menos fortuna- la tambaleante «Hoja de Ruta» propuesta desde Naciones Unidas. Así las cosas, con la construcción del «Muro de seguridad» en Cisjordania y, ahora, con su inaceptable ley del Talión en Gaza, Sharón ha logrado elevar la temperatura de una guerra no declarada que amenaza con arrastrar al abismo las tímidas esperanzas de paz para una región que necesita urgentemente liquidar de una vez por todas un conflicto que no puede dilatarse más en el tiempo.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que se basa en la Ley, sino la que se adquiere por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe.
Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte, si es que en alguna manera logro llegar a la resurrección de entre los muertos.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.