Oración Comunitaria 05/02/2015
SALUD Y
SABIDURÍA DEL CORAZÓN
Escuela de oración: la Iglesia
universal nos invita a celebrar la Jornada Mundial del Enfermo. Una celebración
que, en España da inicio a la Campaña que discurrirá hasta la Pascua del
enfermo el VI domingo de Pascua. El tema de este año es “Salud y sabiduría del
corazón”, que remite a la recuperación de la mirada hacia la persona que sufre
y la necesidad del compromiso de la fe viviendo las actitudes compasivas del
corazón del Padre y del mismo Cristo con los enfermos. También María fue esa
mujer que guardaba todo en su corazón. Corazón maternal que sufrió por su Hijo,
y vivió personalmente la pasión de Dios por todos los que sufrían. Que ella nos
impulse a ver quién nos necesita y a comprometernos también nosotros en el
mundo del sufrimiento, y así dar testimonio de nuestra fe, con el corazón lleno
de la sabiduría del Padre. Con confianza decimos todos juntos: Oh alto y
glorioso Dios…
Canción: En mi debilidad
1 lectura: Job 29, 2-5 y 12-16.
¡Quién pudiera volver a los
viejos tiempos cuando Dios me protegía,
cuando su lámpara brillaba encima de mi cabeza y a su luz
cruzaba las tinieblas!
¡Aquellos días de mi otoño,
cuando Dios era un íntimo en mi tienda,
el Todopoderoso estaba conmigo y me rodeaban mis hijos!
Yo libraba al pobre que pedía socorro y al huérfano
indefenso,
recibía la bendición del vagabundo y alegraba el corazón de
la viuda;
de justicia me vestía y revestía, el derecho era mi mando y
mi turbante.
Yo era ojos para el ciego, era pies para el lisiado,yo era el padre de los pobres y examinaba la causa del
desconocido.
Canción: Dios está con los humildes
2 lectura: MENSAJE
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida
por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la
enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente;
así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito
sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro
de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera
hacerlo en la perspectiva de la sabiduría del corazón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento
teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe
Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de
compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud
infundida por el Espíritu Santo en
la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y
reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la
invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la
sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12).
En esta sabiduría del corazón,
que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del
Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al
hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los
ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de
servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta
autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su
talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como
también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las
palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y
«del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos que tienen
necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para
vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en
el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por
algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso
durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo,
¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de
modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial
para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con
el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es
alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido
para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo
estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia
de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos
lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a
nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En
cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho
en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente
afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir de
sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor
especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos
apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos
olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del
otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha
olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad
de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que
fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del
camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente
gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la
caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve»
(ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser
solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene
necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles.
Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se
sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno
le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb2,13).
Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él:
pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La
caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende
convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la
aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en
la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente
gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del
dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre
impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son
escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf Homilía con ocasión de la
canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad
predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser
lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y
reforzar la sapientia cordis.
Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios
puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos»
(42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y
del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que
permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no
sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
6. Confío esta Jornada Mundial
del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su
seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra
por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al
prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger
y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Canción: En los pobres yo te vi.
Evangelio: Carta de Santiago 5,13-16.
¿Hay entre vosotros alguno desanimado? Que rece. ¿Está
alguno alegre? Que cante himnos a Dios. ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los
ancianos de la comunidad, que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre
del Señor.
La oración hecha con fe salvará al que no puede levantarse;
el Señor hará que se levante; y si ha cometido pecados, se le perdonarán.
Reconozcan sus pecados y recen unos por otros para que sean sanados. La súplica
del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante.
Peticiones y acciones de gracias.
Padrenuestro.
Despedida: Después de haber estado orando sobre la salud y la sabiduría del corazón, os invitamos a que salgamos llenos de esperanza y reconfortemos a aquél que lo necesite y para llenarnos de esa esperanza decimos: Te adoramos…
Canción: Llevad la buena noticia.