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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 18/12/2014

Escuela de oración: Abre tu corazón para saberte amado y amar
El amor, ¿no es más importante que el poder, que incluso la libertad? Lo mejor, ser libre para ser amado y amar, para vivir una relación afectiva con "otro yo". Más aún: toda una historia de relación en mutua pertenencia. El corazón, la afectividad: la dimensión profunda e irrenunciable del hombre y de la mujer. Llevamos en el corazón el anhelo de un amigo, la atracción por un "tú" del otro sexo; ¿no llevamos también el anhelo de un "Tú divino"? Por eso orar es más que cultivar la interioridad; es búsqueda y apertura nada menos que al Tú de Dios, a Jesús, para vivir la máxima confianza con Alguien único.
Orar te llevabais escurriendo a ese TÚ de Dios Amor, a ese TÚ de Jesús, tu Señor y tu Hermano y Amigo a la vez. Y a vivir momentos de encuentro confiado con Él. ¡Qué escena la de Jesús con la samaritana (Jn 4): encuentro de dos intimidades, de dos corazones. Los dos tan humanos; pero Jesús es especial y único: es el sediento de abrir y ganar el corazón de ella, y va despertando en ella a la sedienta de una agua viva que lleva dentro. Decía el poeta León Felipe que "amar es sacar de tí tu mejor tú. Es lo que quiere hacer Jesús con todo hombre y mujer. Dios es el mendigo de amor que llama a nuestra puerta (Evdokimov). Él es el primero en amarnos (1 Jn 4,7-10). Por eso no digas "tengo a Dios en el corazón" sino más bien "estoy en el corazón de Dios" (K. Gibran).
Al orar, préstate ante todo a dejarte amar,master comprendido, abrazado, perdonado, renovado, enviado a la vida por Él. Cuida tu afectividad espiritual: tu relación afectiva con Dios tu Padre, o con Jesús. El Adviento es apertura a Dios que te tiene en su corazón y quiere que lo descubras en tu vida. Ya viene... No pierdas la oportunidad... Quiere nacer en tí. 

Con Francisco comenzamos este rato de encuentro afectivo con Dios, diciendo Oh Alto y glorioso Dios...

 SALMO OPCION A:

Sal 71,1-2.3-4ab.7-8.17: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. 

NOTICIA: El Ni­ño Dios que na­ce, otra vez en el exi­lio'ABC - Alfa y Omega' - 2014-12-18
Lo han perdido todo, menos la fe. Es 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, y cerca de 20.000 cristianos iraquíes refugiados en el Kurdistán se preparan para recibir la Navidad llenando de luz la oscuridad del campamento. Los niños encienden decenas de velas alrededor de una de las tiendas de emergencia de Ankawa, el barrio católico de la capital, Erbil. Dentro, José y María se preparan para dar a luz al Niño Dios. Este 2014, Jesús nace pobre entre los pobres, refugiado en su tierra, y rodeado de persecución. «Los ancianos, entre lágrimas, abrazaban la cruz pectoral, y nos decían que lo que más falta les hacía era nuestra proximidad. ¡Queremos tener la certeza de que no hemos sido olvidados!, exclamaban».
Mientras, en la escuela primaria de Hammurabi, el ambiente es festivo: 250 niños fabrican guirnaldas y flores con materiales reciclados que rebuscan entre la basura. Están decorando el colegio para celebrar la Navidad. También en territorio invadido por el Estado Islámico, los pocos cristianos que quedan preparan su corazón: desde Bagdad, el padre argentino Luis Montes permanece atendiendo a un centenar de familias que se refugian en una escuela de los religiosos carmelitas. Los cristianos en Iraq desean que el Señor nazca entre ellos. Algunos mantienen una fe fuerte: «Es increíble ver a personas que han perdido su casa, sus posesiones, su dinero, todo. No saben si podrán volver algún día, o si se tendrán que marchar. Pero tienen serenidad en sus almas. Ante cualquier pequeña cosa, sonríen, se sienten agradecidos. A pesar de la tristeza, si uno habla con ellos, en la conversación se escucha decir, varias veces: Gracias a Dios », cuenta desde Bagdad el padre Montes. Y recuerda cómo una niña de 10 años fue el otro día, corriendo, a buscarle: «Éste es mi pantalón», le dijo tan contenta. «Todo lo material que tiene, en esta vida, son dos piezas de ropa. Y estaba agradecida por tenerlas. Venía feliz a enseñármelas», recuerda el sacerdote.
Pero no todos tienen la misma fuerza: «Hay cristianos que no tienen ánimo para preparar la Navidad, porque no están en su hogar ni en su tierra. Su situación es difícil: no tienen esperanza de regresar a casa, y sus condiciones de vida son muy malas, sobre todo ahora que hace muchísimo frío»., Monseñor Nona arzobispo caldeo de Mosul cuenta cómo, hace unos días, visitó «una de las casas donde viven cristianos. Había 6 familias viviendo en un cuarto; en total, 16 personas. Los niños no van a la escuela, y los padres no salen de la habitación. Es imposible no angustiarse así». Por eso, la labor de la Iglesia ahora en Iraq es, sobre todo, «acompañarlos y hacer lo posible para que sientan que podemos celebrar juntos la fe en cualquier situación. Por eso, estamos organizando con mucho cariño la Misa de Gallo. Mi esperanza es servir a mi gente de la mejor manera posible», añade el arzobispo.
El número va en aumento, porque muchos desplazados están abandonando las aldeas remotas a las que acudieron en verano: no pueden soportar las bajas temperaturas. Buscan refugio en las grandes ciudades, donde esperan encontrar una mejor atención y un invierno más cálido. Pero en estas ciudades, como por ejemplo en Erbil, después de las fuertes lluvias de octubre y noviembre, los campamentos de refugiados se han vaciado y las familias se han trasladado a edificios a medio construir, y a iglesias y escuelas habilitadas para acogerlos.
 «La mayoría de los niños no va a la escuela. También hay problemas con el lenguaje, porque no hablan kurdo. Los hombres tratan de encontrar trabajo, pero es casi imposible. Cada mañana, las mujeres lavan la ropa y se afanan en cubrir la tienda de mantas, para que el frío no se cuele por la tierra. Por las noches, se las puede ver alrededor de la estatua de la Virgen María, rezando», señala. Otra de las complicaciones es el acceso a las medicinas: «Muchos refugiados sufren enfermedades de corazón, diabetes o asma, por ejemplo. Pero, desde hace meses, no pueden medicarse»
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Evangelio: Lc 1,67-79: Nos visitará el sol que nace de lo alto.
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en la sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»