Oración Comunitaria 20/11/
Invocar a un Dios Padre
24.- El rasgo más original y gozoso de la oración cristiana proviene del mismo Jesús que nos ha enseñado a invocar a Dios como Padre, con la confianza de hijos e hijas, pues realmente lo somos: ?Vosotros, cuando oréis, decid: Padre? (Lc 11, 2). Sería un error desfigurar esta oración o sustituirla con elementos extraños, debilitando nuestro encuentro gozoso con el Padre del cielo.
? El diálogo con un Dios personal
25.- La oración del cristiano es un diálogo con un Dios personal que está atento a los deseos del corazón humano y escucha su oración. Una meditación que desembocara sólo en un estado de quietud o en una ?inmersión en el abismo de la divinidad?, no sería todavía encuentro cristiano con Dios, nuestro Padre. Aún reconociendo todo su valor sanante, no hemos de confundir tampoco el sosiego y la distensión que generan ciertos ejercicios físico-psíquicos, con la comunicación cristiana con Dios. Por otra parte, el ?vacío mental? que se consigue por medio de ciertas técnicas no tiene en sí mismo un valor religioso cristiano, si no conduce a la persona hacia el misterio personal de un Dios Padre.
La oración de los salmos, hecha de súplicas ardientes, invocaciones confiadas y deseo de Dios, nos orienta bien hacia el clima propio de la oración cristiana: ?Mírame, oh Dios, y ten piedad de mi, que estoy solo y afligido? (Sal 25(24), 16); ?Tu rostro busco, Señor; no me escondas tu rostro? (Sal 27(26), 8-9); ?Te daré siempre gracias? ¡Tu sí que eres bueno!? (Sal 52(51), 11).
? Con la confianza de hijos
26.- Orar teniendo como horizonte a un Dios Padre es invocarlo siempre con confianza filial. Jesús siempre se dirigió a Dios llamándolo ?¡Abba!?, ?¡Padre!?, y, fieles a ese espíritu, también nosotros, sintiéndonos ?hijos en el Hijo?, nos atrevemos a decir lo mismo. Nos lo recuerda san Pablo: ?Mirad, no habéis recibido un espíritu que os haga esclavos para recaer en el temor; habéis recibido un Espíritu que os hace hijos y que nos permite gritar ¡Abba!, ¡Padre! Ese mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios? (Rm 8, 15-16). Por eso, el cristiano no reza a un Dios lejano al que hay que decirle muchas palabras para informarlo y convencerlo. Esa oración, según Jesús, no es propia de sus discípulos. Nosotros oramos a un Padre que ?sabe lo que necesitamos antes de pedírselo? (Mt 6, 8). Un Padre bueno que nos ama sin fin: ?Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!? (Mt 7, 11). Los que sois padres y madres entendéis mejor que nadie las palabras de Jesús.
Por eso, la oración cristiana nunca es fácil, pero siempre es sencilla. Basta invocar a Dios sinceramente, con corazón de niño. No jugar ante Dios a ?ser mayores?. Despojarnos de nuestras máscaras y confiar en su amor misericordioso. El se revela, no tanto a los sabios y entendidos, sino a ?la gente sencilla? (cfr. Mt 11, 25)
A ti, Señor, te invoco;
Roca mí, no seas sordo a mi voz;
que si te callas, seré uno más
de los que bajan a la fosa.
Escucha mi súplica cuando te pido auxilio
y alzo las manos hacia tu santuario.
No me arrebates con los malvados y los malhechores,
que saludan a su prójimo, pero llevan mala intención.
Dales lo que merecen sus obras, sus malas acciones,
los derribará sin remisión.
Bendito el Señor, que escuchó mi súplica;
el Señor es mi fuerza y mi escudo,
en él confía mi corazón;
me socorrió y mi corazón exulta
y le canta agradecido.
Los 45 millones de personas amenazados por las 21 crisis humanas abiertas en todo el mundo claman ayuda internacional, pero el dinero no atiende a necesidades, sino a criterios políticos. De cada diez euros que España donó a la ONU para ayuda humanitaria en 2003, nueve se destinaron a Irak.
Los datos hechos públicos por la ONU señalan que España, con poco más de cuatro millones en 2003, es el penúltimo de los 21 países del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) en cuanto a contribuciones. Según sus cifras, de las 21 crisis que permanecen abiertas, sólo tres se han beneficiado de fondos españoles: Colombia, Irak y Burundi.
Intermón Oxfam destaca el escaso peso de la ayuda humanitaria en la cooperación oficial española y la mínima respuesta de España a los llamamientos de Naciones Unidas, ya que en 2003, las aportaciones españolas han supuesto tan sólo el 0,12% del total recaudado por este organismo.
Como ejemplo de la sumisión de la ayuda humanitaria a la agenda política, Intermón Oxfam destaca el de Afganistán. En 2002, el país objetivo número uno contra el terrorismo recibió 1.533 millones de dólares, 600 veces más que el año anterior. Superado el boom informativo, las ayudas han caído en picado.
"Esta tendencia obedece a que los gobiernos utilizan cada vez más la ayuda humanitaria como instrumento de su política exterior, con lo cual desvirtúan la esencia de la ayuda, que ya no se rige por criterios humanitarios; afirma Eva Quintana, responsable de estudios de ayuda humanitaria de Intermón Oxfam. "La escasez de fondos puede tener consecuencias mortales", advierte.
Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente. Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado.
Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo. Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. Examine cada cual su propia conducta y entonces tendrá en sí solo, y no en otros, motivo para glorificarse, pues cada uno tiene que llevar su propia carga.
Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye en la Palabra.
No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.