Oración Comunitaria 16/10/2014
ORACIÓN 16 de Octubre de 2014
ESCUELA DE ORACIÓN:
En esta
vigilia de oración con motivo del DOMUND queremos unirnos a los misioneros y
misioneras que dan la vida en todo el mundo para difundir el mensaje del
Evangelio. Frente a la búsqueda de placeres superficiales y alegrías pasajeras
que, por desgracia, reina en muchos ambientes, los misioneros y misioneras son
enviados por la Iglesia como manifestación del amor universal de Dios por todos
sus hijos y signo elocuente de la alegría del Evangelio, que es para todos.
Siguiendo su testimonio, en nosotros y en nuestras comunidades, “renace la
alegría”. Tenemos que hacernos “pequeños”, como lo fueron los primeros
discípulos: personas normales y corrientes que, al encontrarse con Jesús,
llegaron a ser sus apóstoles.
Con Francisco comenzamos diciendo: Oh
alto y glorioso Dios….
SALMO 66: Que
todos los pueblos alaben al Señor
El Señor
tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su
rostro sobre nosotros;
conozca la
tierra tus caminos,
todos los
pueblos tu salvación.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los
pueblos te alaben
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges
el mundo con justicia,
riges los
pueblos con rectitud
y gobiernas
las naciones de la tierra.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
Que todos los
pueblos te alaben.
La tierra ha
dado su fruto,
Nos bendice
el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos
bendiga, que le teman
hasta los
confines del orbe.
NOTICIA: Mensaje del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas,
Hoy en día
todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la
misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a
participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza. La Jornada Mundial
de las Misiones es una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el
Espíritu Santo ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su
acción. De alegría, porque Jesucristo sostiene y acompaña nuestra obra
misionera.
El
evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos,
a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a
preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta
misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un
tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. Los
discípulos estaban entusiasmados con el poder de liberar a las personas de los
demonios. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren tanto por el poder
recibido, cuanto por el amor recibido. A ellos se les ha concedido la
experiencia del amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta
experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud del corazón de
Jesús.
Dios ha
escondido todo esto a aquellos que están demasiado llenos de sí y pretenden
saberlo ya todo. Están como cegados por su propia presunción y no dejan espacio
a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús a
los que Él mismo advirtió en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que
siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los
“pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin
voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”.
El Padre es
la fuente de la alegría. El Hijo, su manifestación, y el Espíritu Santo, su
animador. Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré.» (Mt 11,28). La alegría del Evangelio llena el
corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan
salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. ¿Por qué no
entramos también nosotros en este río de alegría?
El gran
riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una
tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda
enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Por lo tanto, la
humanidad tiene una gran necesidad de alcanzar la salvación que nos ha traído
Cristo. Los discípulos son aquellos que se dejan aferrar cada vez más por el
amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser
portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están
llamados a cultivar la alegría de la evangelización, teniendo en cuenta que la
alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de
anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las
periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres en espera.
En muchas
regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo
esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico
contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo.
La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los
pobres. Animo, por tanto, a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos
a vivir una vida fraterna intensa, fundada en el amor a Jesús y atenta a las
necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de
llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no
deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que ha crecido
la conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la
Iglesia, así como la sensibilización de que ellos están llamados a desempeñar
un papel cada vez más importante en la difusión del Evangelio. Por eso es
importante una formación adecuada, en vista de una acción apostólica eficaz.
Queridos
hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se
dirige a todas las Iglesias locales. “¡No nos dejemos robar la alegría
evangelizadora!” .Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a
alimentar un amor capaz de iluminar vuestra vocación y vuestra misión. Os
exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el
que el Señor Jesucristo ha caldeado el corazón de cada uno, no por un sentimiento
de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor
persevera en la alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando
comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.
A María,
modelo de evangelización humilde y alegre, dirigimos nuestra oración, para que
la Iglesia, casa de puertas abiertas, se convierta en un hogar para muchos, una
madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.
SEGUNDA
LECTURA: 2 Cor
9,6-9.
“Miren: el que
siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará, y el que siembra sin
calcular, cosechará también fuera de todo cálculo. Cada uno dé según lo que
decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues Dios ama al que da con corazón alegre. Y
poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte
nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena.
La Escritura dice:
Repartió, dio a los que tenían hambre,
sus obras buenas permanecen para siempre.”