Oración Comunitaria por el dia Domund 16/10/2003
"Yo esperaba con ansia al Señor; El se inclinó y escuchó mi grito:
Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa;
Afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos;
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor,
Y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños.
Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío,
Cuántos planes a favor nuestro; nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.
Tu no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
No pides sacrificios expiatorios, entonces yo digo: "Aquí estoy
como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad"
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. "
"Desde hace ya mucho tiempo, surgía en mi persona la inquietud por vivir otras realidades diferentes a las que yo conocía, convivir con otra gente, aprender de sus costumbres y de sus vidas, ver también como era la vida de aquellos que habían abandonado todo y se habían marchado lejos con el único objetivo de ser instrumento de Dios y darse al más pobre.
Todo visto en temas, testimonios, reportajes, diapositivas, proyectos...; Algo en mi interior anhelaba poner nombre y apellidos a tatas personas y circunstancias, empezando por Víctor de la Peña, siempre tan cercano a todos nosotros. Gracia a él y a mi comunidad tuve la oportunidad de tener esta experiencia de vida junto a mi amiga y hermana de comunidad Ana Requena. Con tatas facilidades no podía desaprovechar esta oportunidad. Algo en mi volvía a decirme que ese era mi momento..., y no dude en dejarme llevar.
Hace ya dos años por estas fechas, estaba inmersa de lleno en esta experiencia con la mochila llena de ilusión, ganas de ayudar, de aprender y de compartir y sobre todo con mucha confianza en Dios.
Llegamos a tierras de la amazonía peruana, concretamente a Requena donde Monseñor Víctor de la Peña tiene su vicariato. Desde allí íbamos a comenzar una gira en la motonave Granada (financiada en parte por el grupo de Jóvenes de San Francisco), por unos cincuenta caseríos de la rivera del río Ucayali durante dos meses. Tanto Ana como yo íbamos acompañando a Florencio, franciscano español, Merita, enfermera peruana trabajador de Cárita Requena y Miguel y Rusbel, encargados del mantenimiento de la motonave, también peruanos.
Con la gira, el padre Florencio, que llevaba varios años allí, pretendía continuar el seguimiento de todas las comunidades que, como religioso, le correspondía: escuchar las inquietudes de sus gentes, conocer sus problemas y celebrar los sacramentos, principalmente bautizos y raramente algún matrimonio. Dábamos pequeñas y sencillas catequesis a toda la comunidad acerca de Dios, la vida de Jesús y de los sacramentos a la vez que ensayábamos y enseñábamos canciones para la animación. Durante toda la gira se organizaron, en dos caseríos, cursos de formación de animadores, los cuales eran previamente elegidos por su comunidad, ellos serían los que a su vez motivasen y acompañasen al resto del caserío a celebrar, orar y mantener viva la fe en el Señor.
Aprovechábamos también para atender todos los problemas y necesidades de salud que tenía la gente, con el pequeño dispensario que habíamos montado en la motonave, a la vez que intentábamos fomentar hábitos saludables alterando lo menos posible sus costumbres.
Como escenario diario de nuestro trabajo, la obra grandiosa de la Creación en su estado más puro y virgen, aquello que Francisco tanto amaba...Para mí, que venía de la civilización del cemento donde a veces desconectar es simplemente ir al cine o a un parque prefabricado, todo aquello me dejaba sin palabras, y con los ojos bien abiertos ante la grandeza de Dios en cada río, cada árbol, cada criatura... y yo, sólo podía decir: "LOADO SEAS MI SEÑOR..."
Toda la naturaleza era respetada por la gente de la rivera y los frutos de la tierra para autoabastecerse: el avance más significativo que tenían unos pocos caseríos de la selva profunda era la luz eléctrica y era todo una innovación..., el resto regía sus vidas en fución de la luz solar y los demás elementos de la naturaleza: el agua potable es una asignatura pendiente en casi todos ellos.
Todo era una lección diaria de vida; éramos acogidos con mucho cariño y entusiasmo en cada caserío, donde canjeábamos lápices, cuadernos por alimentos, si contar las innumerables veces que nos invitaban a desayunar o a comer dándonos lo mejor que tenían.
El Padre Florencio nos decía que no nos dejáramos llevar por el hacer y hacer cosas sin parar, sino que tuviéramos muy presente a la gente y dedicáramos todo el tiempo que pudiéramos ESTAR con ellos, escuchando, hablando, riendo... en definitiva, compartiendo porque es ahí donde Dios suele hacerse presente... y así era.
Había días que eran una continua confrontación de ideas, valores y pensamientos, que me cuestionaban mi modo de vida y mi proyecto cristiano; todo confrontándolo no con un papel, sino con nombres y apellidos; mi vida frente a la vida, sin obstáculos, ni distracciones ni tantas y tantas tareas que nos tiene ocupados en nuestra vida diaria y que son a veces la excusa perfecta para justificar nuestros actos. En esos momentos di gracias a Dios por tener una compañera de camino que venía de donde yo y con la que podía compartir todo lo que sentía: alegría, dolor, frustración, confusión... poniéndose así de manifiesto la importancia de no caminar solos en la vida.
Hoy ya han pasado dos años... en los que no dejo de intentar de poner en práctica todo lo que aprendí de la amazonía peruana y de sus gentes con nombres y apellidos y situaciones concretas: Lecciones de humildad, de estar alegre, de dejarse sorprender por lo cotidiano, acogida, confianza en Dios, dejando que Él interceda por nosotros, repitiendo cada amanecer con convicción y alegría: ¿SEÑOR QUÉ QUIERES QUE HAGA?
"Mientras salían ellos, le trajeron un mudo endemoniado. Expulsó al demonio, y el mudo rompió a hablar.
La multitud comentaba asombrada: -Nunca se vio tal en Israel. Pero los fariseos decían: -Expulsa demonios con el poder del jefe e los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando toda clase de enfermedades y dolencia. Viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque andaban maltrechos y postrados, como oveja sin pastor.
Entonces dijo a los discípulos: -La mies es abundante, los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies"