• imagen del slider

Datos

Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 02/05/2013

ORACIÓN COMUNITARIA DEL 2-MAYO-2013

ESCUELA DE ORACION

CRUCEMOS EL UMBRAL DE LA FE COMO RESUCITADOS.

La fe en el resucitado nos desafía a estar convencidos que la realidad puede cambiar porque “si Dios está con nosotros ¿quién podrá contra nosotros?" (Rom 8,31,37)

La fe nos desafía a creer en los “imposibles”, porque tenemos la esperanza cierta que su mira-da nos transfigura en personas nuevas que tenemos “los mismos sentimientos de Cristo” (Flp. 2,5).

La fe nos lanza a actuar, confiar en la fuerza del Espíritu, que todo lo hace nuevo, amasando la vida con “la nueva levadura de la justicia y la santidad” (1 Cor 5,8).

La fe espera, después de la siembra cotidiana, contemplar el fruto recogido dando gracias a Dios porque es bueno (Sal 137).

La fe nos impulsa a hacer algo inédito por la sociedad y por la iglesia porque “El que está en Cristo es una nueva creación” (2 Cor 5,17-21).

La fe nos lleva a perdonar y a saber arrancar una sonrisa en aquel al que llamamos por su nombre y acompañamos en sus fragilidades (Mt 25,30).

La fe nos invita a celebrar la vida y participar de la Eucaristía, reconociendo a Jesús “al partir el pan” ( Lc, 24), y desde ahí estar con el corazón ocupados trabajando en el gran proyecto del Reino, y lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6,33).

Con Francisco, decimos juntos: “Oh alto y Glorioso Dios...”

ISAÍAS 12, 1-6

En aquel tiempo dirás: “Te doy gracias, Señor, porque aunque estuviste enojado conmigo, tu ira ya pasó y me has devuelto la paz.Dios es quien me salva; tengo confianza, no temo. El Señor es mi refugio y mi fuerza, él es mi salvador.”También vosotros podréis ir a beber con alegría en esa fuente de salvación, y entonces diréis:

“Dad gracias e invocad al Señor, contad a las naciones las cosas que ha hecho, recordadles que él está por encima de todo. Cantad al Señor, porque ha hecho algo grandioso que debe conocerse en toda la tierra.Dad gritos de alegría, habitantes de Sión, porque el Dios Santo de Israel está en medio de vosotros con toda su grandeza.”

NOTICIA

De­trás de las ci­fras de pa­ro ju­ve­nil, de aban­dono es­co­lar o del nú­me­ro de jó­ve­nes que ni es­tu­dian ni tra­ba­jan, hay his­to­rias reales, hay vi­das. Son ado­les­cen­tes y jó­ve­nes atra­pa­dos en la apa­tía, en los pro­ble­mas fa­mi­lia­res, en la in­ca­pa­ci­dad pa­ra acep­tar la frus­tra­ción, en la ba­ja au­to­es­ti­ma, en la im­po­ten­cia des­truc­ti­va fren­te a un sis­te­ma la­bo­ral y edu­ca­ti­vo que no les da al­ter­na­ti­vas. Que se sien­ten, en su­ma, aban­do­na­dos. Sin em­bar­go, hay per­so­nas y cen­tros em­pe­ña­dos en res­ca­tar­les, a tra­vés de la ca­pa­ci­ta­ción pro­fe­sio­nal y, so­bre to­do, de un acom­pa­ña­mien­to per­so­nal que les otor­ga un nue­vo ho­ri­zon­te y les ayu­da a creer en sí mis­mos.

En el hu­mil­de ba­rrio madrileño de Te­tuán, es­tá el Cen­tro de For­ma­ción Pa­dre Pi­quer, don­de los je­sui­tas atien­den, des­de ha­ce un si­glo, a los hi­jos de fa­mi­lias con po­cos re­cur­sos. Por sus au­las de Se­cun­da­ria, Ba­chi­lle­ra­to y, so­bre to­do, de For­ma­ción Pro­fe­sio­nal de Gra­do Me­dio y Su­pe­rior, pa­san ca­da año más de mil alum­nos de 20 na­cio­na­li­da­des dis­tin­tas. Sin em­bar­go, cuan­do los jó­ve­nes sa­len de sus ci­clos for­ma­ti­vos tie­nen una in­ser­ción la­bo­ral cer­ca­na al 90% en mu­chos mó­du­los y lo­gran es­qui­var la pe­li­gro­sa co­rrien­te que arras­tra a mu­chos chi­cos y chi­cas del ba­rrio.

El je­sui­ta pa­dre Án­gel Se­rrano, di­rec­tor del cen­tro, ex­pli­ca: « In­ten­ta­mos res­ca­tar per­so­nas, no só­lo pre­pa­rar pro­fe­sio­na­les. Tra­ba­ja­mos pa­ra sa­car de su pos­tra­ción a los cha­va­les con me­nos opor­tu­ni­da­des, al des­orien­ta­do, al que no tie­ne ga­nas de ha­cer na­da, al que na­die exi­ge na­da y na­die pro­po­ne na­da bueno, pa­ra que ten­gan ho­ri­zon­tes y es­pe­ran­za, pa­ra con­ver­tir­los en ciu­da­da­nos con las mis­mas opor­tu­ni­da­des la­bo­ra­les y hu­ma­nas que cual­quie­ra».

Co­mo ex­pli­ca do­ña Ni­ca­no­ra Del­ga­do, tra­ba­ja­do­ra so­cial, pro­fe­so­ra y tu­to­ra en el Pa­dre Pi­quer, «uno de los gra­ves pro­ble­mas de los jó­ve­nes es que, aun­que es­tán ro­dea­dos de es­tí­mu­los, les fal­tan mo­ti­va­cio­nes pro­fun­das, por­que na­die se las ha da­do. De­trás de los pro­ble­mas es­co­la­res sue­le ha­ber un pa­trón si­mi­lar: tie­nen pro­ble­mas fa­mi­lia­res, se sien­ten aban­do­na­dos, tie­nen ba­ja au­to­es­ti­ma, una ma­la va­lo­ra­ción de sí mis­mos y po­ca to­le­ran­cia an­te la frus­tra­ción. Si les cues­ta es­tu­diar o no en­tien­den al­go, aban­do­nan, y ven que, en el sis­te­ma, na­die les acom­pa­ña, sino que les de­ri­van de un au­la a otra, de un pro­gra­ma a otro». Por eso, «se sor­pren­den cuan­do te in­tere­sas por ellos, por sus pro­ble­mas y por sus in­quie­tu­des, cuan­do crees en ellos».

Pa­ra ha­cer­lo efec­ti­vo, en el Pa­dre Pi­quer «hay tu­to­rías de gru­po, y un pro­gra­ma de tu­to­rías per­so­na­les pa­ra acom­pa­ñar a ca­da alumno, que se coor­di­na con un Cen­tro de Aten­ción a la Fa­mi­lia, y que, mu­chas ve­ces, im­pli­ca acom­pa­ñar a los alum­nos fue­ra del ho­ra­rio es­co­lar, e in­clu­so cuan­do aca­ba el cur­so, o has­ta el ci­clo for­ma­ti­vo. Por­que, cuan­do crees en un jo­ven y apues­tas por él, le quie­res, le exi­ges, e in­ten­tas for­mar­le y pre­pa­rar­le bien pa­ra el tra­ba­jo y aún me­jor pa­ra la vi­da, se dan cuen­ta y res­pon­den».

La psi­có­lo­ga in­fan­to-ju­ve­nil do­ña Ele­na Nú­ñez ex­pli­ca que «los adul­tos so­mos los ni­ños que fui­mos, por eso, la ma­yo­ría de los pro­ble­mas de los jó­ve­nes tie­nen su ori­gen en ca­ren­cias fa­mi­lia­res... Des­de ha­ce dé­ca­das, se ha ins­ta­la­do una cul­tu­ra del in­di­vi­dua­lis­mo y de la fal­sa fe­li­ci­dad que ge­ne­ra enor­mes ca­ren­cias afec­ti­vas, y mu­cha gen­te jo­ven tie­ne gra­ba­do en el sub­cons­cien­te eso de que te­ne­mos que vi­vir sin ne­ce­si­tar a na­die, y sin es­fuer­zo, por­que es­fuer­zo se aso­cia con su­fri­mien­to ».

Por eso, Nú­ñez re­cuer­da que «lo que mar­ca la di­fe­ren­cia es es­tar cer­ca de los jó­ve­nes, pre­gun­tar­les por su vi­da, es­cu­char­les, ser cer­cano, y de­mos­trar­les que te im­por­tan, dan­do ejem­plo del ideal de tu vi­da, de tu mo­tor, de dón­de po­nes tus es­pe­ran­zas. To­dos te­ne­mos jó­ve­nes cer­ca, así que to­dos te­ne­mos es­ta res­pon­sa­bi­li­dad».

EVANGELIO: Lucas 24,28-35

Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.

Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos.Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio.En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro: ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos.Estos les dijeron: Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

ORACIÓN COMPARTIDA

PADRENUESTRO

SALIDA

La fe, finalmente, supone sentirnos confirmados en la Misión, que nos da el Resucitado, de ir por el mundo anunciando el Evangelio, siendo testigos de una Iglesia que vive, reza y trabaja en clave misionera. Un abrazo fraterno cargado de minoridad franciscana, en actitud de disponibilidad para el servicio. Un año más hemos celebrado la Pascua en diversos lugares, pero creando juntos una sola comunidad, la de los hijos e hijas de Dios y de Francisco de Asís, el “alter Cristus”.

Con él, terminamos diciendo: “te adoramos…”