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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 19/01/2012

Monición y oración de apertura

Monición:

Como cada año, en el hemisferio norte, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo.

La celebración de este año tiene como lema Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo (Cf. 1 Co 15,51-58) que habla del poder transformador de la fe en Cristo, particularmente en relación con nuestra oración por la unidad visible de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Es orando y esforzándose por la unidad plena y visible de la Iglesia, como nosotros mismos -y las tradiciones a las que pertenecemos- seremos cambiados, transformados y configurados con Cristo

Oración de apertura

Dios Todopoderoso, en Jesús nos has dicho que quien quiera ser primero debe hacerse el último y el servidor de todos. Entramos en tu presencia, sabiendo que tu victoria se gana por la debilidad de la Cruz. Te rogamos para que la Iglesia pueda ser una. Enséñanos a aceptar humildemente que esta unidad es un don de tu Espíritu; a través de este don, cámbianos y transfórmanos y haznos más semejantes a tu Hijo Jesucristo.

Oración penitencial (después de cada invocación cantamos "kyrie eleison")

P: Dios Todopoderoso, a pesar de la unidad que recibimos en Cristo, persistimos en nuestra desunión. ¡Ten piedad de nosotros!

P: Endurecemos nuestros corazones cuando oímos el Evangelio. ¡Ten piedad de nosotros!

P: No te servimos en nuestros hermanos y hermanas. ¡Ten piedad de nosotros!

P: La desobediencia de Adán y Eva nos ha traído el sufrimiento y la muerte, y la creación se ha vuelto herida y rota. ¡Ten piedad de nosotros!

(Se guarda un momento de silencio breve)

Lectura AT:Sal. 40

2Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.

3El Señor lo guarda y lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

4El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad.

5Yo dije: «Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti».

6Mis enemigos me desean lo peor:

«A ver si se muere, y se acaba su apellido».

7El que viene a verme habla con fingimiento, disimula su mala intención, y, cuando sale afuera, la dice.

8Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros:

9«Padece un mal sin remedio, se acostó para no levantarse».

10Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.

11Pero tú, Señor, apiádate de mí, haz que pueda levantarme, para que yo les dé su merecido.

12En esto conozco que me amas: en que mi enemigo no triunfa de mí.

13A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia.

14Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén, amén.

CANTO: Todos vamos en el mismo barco

todos somos del mismo barro (*).

Lo gozoso y lo triste del mundo

llega a todos más tarde o temprano;

haz que todos nos sintamos uno,

que sintamos que somos hermanos

Noticia:Cristo abarca a todos.

Cuando los discípulos de Jesús discutían sobre "quién era el más importante" (Mc 9,34), generaba fuerte polémica. Pero la respuesta de Jesús fue muy simple: "si alguno quiere ser el primero, colóquese en último lugar y hágase servidor de todos" (Mc 9,35). Estas palabras hablan de victoria a través de servicio mutuo, ayudando, aumentando la autoestima de los "últimos", los olvidados, los excluidos. Para todos los cristianos, la mejor expresión de ese servicio humilde es Jesucristo, en su victoria sobre la muerte y la resurrección. Es en su vida, su acción, su enseñanza, su sufrimiento, su muerte y su resurrección donde deseamos buscar, hoy, una vida vigorosa de fe que se traduce en un compromiso social dentro de un espíritu de humildad, servicio y fidelidad al Evangelio. Y, además de conocer el sufrimiento y la muerte que estaban por llegar, Jesús oró por sus discípulos, para que sean uno y el mundo crea. Esta "victoria" no es posible sin la transformación espiritual y la conversión. Por esta razón consideramos que el tema de nuestras meditaciones pueden ser esas palabras del Apóstol de las Naciones. Se trata de lograr una victoria que integre a todos los cristianos a través del servicio de Dios y del prójimo.

En esta oración y esfuerzo por la plena unidad visible de la Iglesia es como nosotros mismos, y aquellas tradiciones a las que nosotros pertenecemos, serán cambiadas, transformadas y conformadas a Cristo. La unidad por la que oramos podrá exigir la renovación de algunas formas cotidianas de vida eclesial. Se trata de una visión emocionante. Nosotros oramos por una unidad que no es una noción "cómoda" de amistad y cooperación. Es una unidad que requiere una voluntad de dejar la competencia entre nosotros. Tenemos que abrirnos unos a otros, dar y recibir los dones en intercambio, con el fin de poder verdaderamente entrar en la nueva vida propuesta por Cristo, que es la única verdadera victoria.

Hay sitio para todos en el plan de salvación de Dios. A través de su muerte y resurrección, Cristo abarca a todos, independientemente de ganadores o perdedores, "para que todo el que cree en él tenga la vida eterna" (Jn 3,15). También podemos participar en su victoria. Basta con creer en Él, y será más fácil vencer el mal con el bien.

• CANTO: Padre, únenos, Padre únenos, que el mundo crea que enviaste al Hijo, Padre únenos

Evangelio:Mt 3. 13-17.

13 Por entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para encontrar a Juan y para que éste lo bautizara.

14 Juan quiso disuadirlo y le dijo: «¿Tú vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti.»

15 Jesús le respondió: «Deja que hagamos así por ahora. De este modo cumpliremos todo como debe hacerse.» Entonces Juan aceptó.

16 Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él.

17 Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco.»

Peticiones / Acción de Gracias.

Padrenuestro.

Salida.


Oración final:

La gracia del amor fraterno

Señor Jesús, fue tu Gran Sueño: que fuéramos uno como el Padre y Tú, y que nuestra unidad se consumara en vuestra unidad.


Fue tu Gran Mandamiento, Testamento final y bandera distintiva para tus seguidores: que nos amáramos como tú nos habías amado; y Tú nos amaste como el Padre te había amado a Ti. Esa fue la fuente, la medida y el modelo.


Con los Doce formaste una familia itinerante. Fuiste con ellos sincero y veraz, exigente y comprensivo, y, sobre todo, muy paciente. Igual que en una familia, los alertaste ante los peligros, los estimulaste ante las dificultades, celebraste sus éxitos, les lavaste los pies, les serviste en la mesa. Nos diste, primero, el ejemplo y, después, nos dejaste el precepto: amaos como yo os amé.


En la nueva familia o fraternidad que hoy formamos en tu nombre, te acogemos como don del Padre y te integramos como Hermano nuestro, Señor Jesús. Tu serás, pues, nuestra fuerza aglutinante y nuestra alegría. Si Tú no estás vivo entre nosotros, esta comunidad se vendrá al suelo como una construcción artificial.


Tú te repites y revives en cada miembro, y por esta razón nos esforzaremos por respetarnos unos a otros como lo haríamos contigo; y tu presencia nos cuestionará cuando la unidad y la paz sean amenazadas en nuestro hogar. Te pedimos, pues, el favor de que permanezcas muy vivo en cada uno de nuestros corazones.


Derriba en nosotros las altas murallas levantadas por el egoísmo, el orgullo y la vanidad. Aleja de nuestras puertas las envidias que obstruyen y destruyen la unidad. Líbranos de las inhibiciones. Calma los impulsos agresivos. Purifica las fuentes originales. Y que lleguemos a sentir como Tú sentías, y amar como Tú amabas. Tú serás nuestro modelo y nuestro guía, oh Señor Jesús.


Danos la gracia del amor fraterno: que una corriente sensible, cálida y profunda corra en nuestras relaciones; que nos comprendamos y nos perdonemos; nos estimulemos y nos celebremos como hijos de una misma madre; que no haya en nuestro camino obstáculos, reticencias ni bloqueos, antes bien, seamos abiertos y leales, sinceros y afectuosos y así crezca la confianza como un árbol frondoso que cubra con su sombra, a todos los

hermanos de la casa, Señor Jesucristo.


CANTO DE SALIDA:

Llevad la buena noticia a todo ser que respira

y decidles que la paz está dentro de sus vidas

y que ellos paz serán si desparraman amor

a cuantos hombres encuentren por esos caminos de Dios