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Etiquetas: oración del jueves,oración

Oración Comunitaria 12/09/2013

Escuela de Oración: Ritos.

Hay un aspecto publico de la oración que es muy importante los ritos de cualquier comunidad – secular o sagrada – sirven para cohesionar al grupo; son una tradición común, una mentalidad universal, un sentido de la pertenencia, un sistema social mucho más profundo y duradero que cualquier sistema de gobierno desprovisto de ellos.

Hay una historia que dice que Pedro el Grande pretendía unificar los territorios rusos y envió emisarios a los distintos lugares para examinar sus religiones, a fin de determinar cuál sería mejor para el pueblo ruso, porque consideraba que sin religión del Estado no habría gobierno que pudiera mantener unido al país. Pero, por muy centrales que puedan ser los himnos o el culto público para la identidad de un grupo, no pueden sustituir al desarrollo de la fe, que constituye la esencia de la oración personal. Al contrario.

Las manifestaciones públicas de la fe pueden, de hecho, tener muy poco que ver con la verdadera fe. En realidad, pueden no ser más que una manera fácil de adquirir reputación de bueno, una fachada pública, una medida nada valida de la profundidad espiritual de una persona, que solo la intimidad con Dios puede proporcionar.

Únicamente en la privacidad de nuestro corazón es donde desenmascaramos totalmente nuestro yo, incluso ante el propio yo. Ahí es donde, conociéndonos a nosotros mismos, podemos poner ese conocimiento en las manos de Dios para sanar, fortalecer nuestro compromiso y obtener la sabiduría necesaria para seguir adelante.

La oración privada es el único camino auténtico hacia la verdadera intimidad con Dios. En la oración privada permitimos que Dios nos conozca y llegamos a conocer a Dios de muy distinta manera de cómo podamos conocerlo en los ritos públicos, tan distantes y ostentosos a veces.

La oración pública pone siempre ante nosotros la tentación de hacer que el lugar o las personas con las que oramos sean nuestro dios. Con su grandeza y la satisfacción que proporcionan, pueden inducirnos a creer que, puesto que allí se reza, tal lugar o tales personas deben ser buenos. Este tipo de oración puede hacer de la religión misma un ídolo, cegados por el compromiso con el grupo o por el esplendor del lugar o por la seguridad moral que confiere el ser “obedientes” a un sistema, consideramos que el culto y la guerra santa son algo grande y glorioso.

Únicamente en la intimidad del corazón, impregnados de las palabras de Aquel que es misericordia y bondad, justicia y paz, podemos ver con claridad qué leyes debemos verdaderamente cumplir y qué vida estamos realmente destinados a vivir.

Entonces comprendemos que todos venimos a este mundo solos y lo dejamos del mismo modo. No hay grupo, por mucho ascendiente que tenga sobre nosotros en cuanto a nuestra obediencia, que llegue, en último término, con nosotros hasta el tribunal de nuestra conciencia. Y la oración privada tiene realmente que ver con la conciencia, no con los sistemas.

Lectura A.T.: Ezequiel 34, 11- 16

 “Yo, el Señor, digo: Yo mismo me encargaré del cuidado de mi rebaño. Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron un día oscuro y de tormenta. Las sacaré de los países extranjeros, las reuniré y las llevaré a su propia tierra. Las llevaré a comer a los montes de Israel, y por los arroyos y por todos los lugares habitados del país. Las apacentaré en los mejores pastos, en los pastizales de las altas montañas de Israel. Allí podrán descansar y comer los pastos más ricos. Yo mismo seré el pastor de mis ovejas; yo mismo las llevaré a descansar. Yo, el Señor, lo afirmo. Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles y cuidaré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré con justicia, como es debido.”

Noticia: El Papa y las madres solteras

El Pa­pa Fran­cis­co te­le­fo­nea ca­da día a mu­chas per­so­nas y con­tes­ta al­gu­nas de las car­tas de gen­te nor­mal. El pa­sa­do mar­tes, An­na Ro­mano re­ci­bió en su mó­vil la lla­ma­da de un nú­me­ro fi­jo des­co­no­ci­do: «Era el Pa­pa, y esa lla­ma­da de po­cos mi­nu­tos cam­bió mi vi­da. Me di­jo que era muy va­lien­te por ha­ber de­ci­di­do te­ner a mi hi­jo, a pe­sar de que el pa­dre me ha aban­do­na­do. Y me ha pro­me­ti­do bau­ti­zar­lo per­so­nal­men­te».

An­na, una ro­ma­na de 35 años que aho­ra tra­ba­ja de em­plea­da de una jo­ye­ría en Arez­zo, le ha­bía es­cri­to a fi­na­les de ju­nio pa­ra con­tar­le dos des­cu­bri­mien­tos: que es­ta­ba em­ba­ra­za­da y que el pa­dre de la cria­tu­ra es­ta­ba ya ca­sa­do.

En su re­la­to al «Co­rrie­re de­lla Se­ra», An­na ex­pli­ca que su pa­re­ja «me di­jo que no te­nía nin­gu­na in­ten­ción de ocu­par­se del ni­ño y me acon­se­jó abor­tar. Por un mo­men­to pen­sé ha­cer­lo, pues me sen­tía so­la e in­fe­liz. Aho­ra la idea me da es­ca­lo­fríos».

En su car­ta, An­na co­men­ta­ba que iba a ser ma­dre sol­te­ra, pues es­tá di­vor­cia­da, y te­nía mie­do de que por ese mo­ti­vo no pu­die­se bau­ti­zar al ni­ño. Aho­ra lo re­ve­la pa­ra ayu­dar «a otras mu­je­res ale­ja­das de la Igle­sia por es­tar di­vor­cia­das o ha­ber tro­pe­za­do con hom­bres in­dig­nos de ser pa­dres». Cuan­do el Pa­pa em­pe­zó a ha­blar­le, «pen­sa­ba que era una bro­ma, pe­ro él ci­tó mi car­ta, y só­lo mis pa­dres y mi me­jor ami­ga sa­bían que le ha­bía es­cri­to » . Se­gún An­na, «me di­jo que los cris­tia­nos no nos de­be­mos de­jar ro­bar la es­pe­ran­za, y que si no en­con­tra­ba un sa­cer­do­te, se en­car­ga­ría él de bau­ti­zar al pe­que­ño. Na­ce­rá a prin­ci­pios de abril, y si es ni­ño se lla­ma­rá Fran­cis­co».

Las lla­ma­das per­so­na­les, sin in­ter­me­dia­rio, son uno de los se­llos más ge­nui­nos del es­ti­lo fres­co del Pa­pa Fran­cis­co des­de que co­men­zó su pon­ti­fi­ca­do. El por­ta­voz va­ti­cano, Fe­de­ri­co Lom­bar­di, ase­gu­ra que «so­bre las lla­ma­das del Pa­pa no sa­be­mos na­da». Se gún ex­pli­ca, «se tra­ta de co­sas pri­va­das que so­lo de­ci­de él. No nos avi­sa si quie­re lla­mar a al­guien, ya que so­bre es­to no nos di­ce na­da».

Evangelio: Lucas 6, 37-42

“No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás.”

 Jesús les puso esta comparación: “¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo?  El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro.

“¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Peticiones.

Acción de Gracias.

Padrenuestro.

Salida.