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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 06/10/2011

Entrada: Escuela de oración.

Francisco está de vuelta de Espoleto. Está de conversión y de busca caminos. Y de oración. Una tarde entra en la ermita de San Damián. La débil luz de la lámpara deja ver una tabla bizantina en la que la serenidad de un Cristo crucificado parece mover los labios con estas palabras: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda pues y repárala.

Con las mismas palabras con que Francisco responde, queremos comenzar hoy nuestra oración comunitaria como cada semana pidiéndole a Dios que ponga luz en nuestras vidas para hacer su voluntad. Decimos juntos: Oh alto…

Primera Lectura: Alabanzas al Dios Altísimo.

Tú eres el santo, Señor Dios único, el que haces maravillas.

Tú eres el fuerte, tú eres el grande, tú eres el altísimo, tú eres el rey omnipotente; tú, Padre santo, el rey del cielo y de la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor de dioses; tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero

Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría, tú eres la humildad, tú eres la paciencia, tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre; tú eres la seguridad, tú eres la quietud, tú eres el gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres la justicia, tú eres la templanza, tú eres toda nuestra riqueza a saciedad.

Tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre, tú eres el protector, tú eres nuestro custodio y defensor; tú eres la fortaleza, tú eres el refrigerio.

Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe, tú eres nuestra caridad, tú eres toda nuestra dulzura, tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable Señor, omnipotente Dios, misericordioso Salvador. San Francisco de Asís

Canto: laudate omnes gentes, laudate Dominum

Noticia: Vida primera Capítulo XXVIII, Espíritu de caridad y afecto de compasión para con los pobres.

76. El padre de los pobres, el pobrecillo Francisco, identificado con todos los pobres, no se sentía tranquilo si veía otro más pobre que él; no era por deseo de vanagloria, sino por afecto de verdadera compasión. Y si es verdad que estaba contento con una túnica extremadamente mísera y áspera, con todo, muchas veces deseaba dividirla con otro pobre (cf. 1 Cel 39; 2 Cel 5.90).

Movido de un gran afecto de piedad y queriendo este pobre riquísimo socorrer de alguna manera a los pobres, en las noches más frías solicitaba de los ricos del mundo que le dieran capas o pellicos. Como éstos lo hicieran devotamente y más a gusto de lo que él pedía de ellos, el bienaventurado Padre les decía: «Os lo recibo con esta condición: que no esperéis verlo más en vuestras manos». Y al primer pobre que encontraba en el camino lo vestía, gozoso y contento, con lo que había recibido (cf. 2 Cel 86-87).

No podía sufrir que algún pobre fuese despreciado, ni tampoco oír palabras de maldición contra las criaturas (18). Ocurrió en cierta ocasión que un hermano ofendió a un pobre que pedía limosna, diciéndole estas palabras injuriosas: «¡Ojo, que no seas un rico y te hagas pasar por pobre!» Habiéndolo oído el padre de los pobres, San Francisco, se dolió profundamente, y reprendió con severidad al hermano que así había hablado, y le mandó que se desnudase delante del pobre y, besándole los pies, le pidiera perdón. Pues solía decir: «Quien dice mal de un pobre, ofende a Cristo, de quien lleva la enseña de nobleza y que se hizo pobre por nosotros en este mundo» (19).

Por eso, si se encontraba con pobres que llevaban leña u otro peso, por ayudarlos lo cargaba con frecuencia sobre sus hombros, en extremo débiles.

77. Su espíritu de caridad se derramaba en piadoso afecto, no sólo sobre hombres que sufrían necesidad, sino también sobre los mudos y brutos animales, reptiles, aves y demás criaturas sensibles e insensibles. Pero, entre todos los animales, amaba con particular afecto y predilección a los corderillos, ya que, por su humildad, nuestro Señor Jesucristo es comparado frecuentemente en las Sagradas Escrituras con el cordero, y porque éste es su símbolo más expresivo. Por este motivo, amaba con más cariño y contemplaba con mayor regocijo las cosas en las que se encontraba alguna semejanza alegórica del Hijo de Dios.

Canto: Hazme, Señor, pequeño y hermano, de todos el último

Nuevo Testamento: Col 3, 15b-17.

Hermanos: Sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y. todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él

Peticiones / Acciones de gracias.

¿Creéis, hermanos, que Dios no sabe lo que necesitáis? El que conoce nuestro desamparo conoce anticipadamente nuestros deseos. Jesús dice a los discípulos: Cuando recéis, no uséis muchas palabras como los paganos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis. Entonces, por qué decirle nuestras necesidades, aunque sea en pocas palabras. ¿es necesario orar? Jesús nos dice: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Es preciso orar sin cansarse. Presentamos ahora nuestra oración confiada y agradecida:

Padrenuestro.

Francisco aprendió de verdad el Padrenuestro cuando entregó sus vestidos a su padre Pedro Bernardone y, desnudo, exclamó: Desde ahora diré con libertad: Padre nuestro, que estás en el cielo. desde entonces no dejó de decirlo, de aconsejarlo a los demás. Desde el silencio, unidos por las manos nos unimos a Francisco en su Paráfrasis del Padrenuestro

¡Santísimo Padre Nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro!

Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú, Señor, eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar, porque tú, Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de la majestad y la hondura de los juicios (Ef 3,18).

Venga a nosotros tu reino: para que reines tú en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde se halla la visión manifiesta de ti, el perfecto amor a ti, tu dichosa compañía, la fruición de ti por siempre.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra: para que te amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27), pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, empleando todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males y no ofendiendo a nadie (cf. 2 Cor 6,3).

El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo. nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy: para que recordemos, comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.

Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos, para que por ti amemos de verdad a los enemigos y en favor de ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal (cf. lTes 5,15), y para que procuremos ser en ti útiles en todo.

Y no nos dejes caer en tentación: oculta o manifiesta, imprevista o insistente.

Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.

Amen.

Salida

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga unión,
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas ponga luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, maestro, que no me empeñe tanto:
en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar.
Porque dando, se recibe;
olvidando, se encuentra;
perdonando, se es perdonado;
muriendo, se resucita a la Vida eterna

Canto: Laudato si, Oh mi Signore