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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 19/05/2011

Entrada.

En torno a ti Señor, nos reunimos hoy para escuchar lo que quieres de nuestra vida, para confrontar la vida evangélica y la vida de los hermanos. Queremos compartir el dolor y la esperanza de tantos hermanos, y hoy en especial, tras el fatídico terremoto, compartir el sentir de los hermanos de Lorca, que han perdido toda una vida en tan sólo unos segundos.
Severino Calderón, en este tiempo, en su Carta Pascual, nos llena de esperanza y nos dice:

“La Alegría de la vida Pascual nos llena de esperanza. Alegría que es sinónimo de dicha, felicidad, gozo, contento, satisfacción, júbilo, buen temple, fiesta, regocijo, buen humor y mejor amor… para hacer y crecer en la Alegría que no tiene fin. Alegría porque Dios resucita a Jesús porque Dios le da la razón a Jesús porque Dios se manifiesta tal y como Jesús había dicho. Este hombre, que Dios resucita, es el Viviente. Dios es un Dios-con-nosotros, un Dios con-los-hombres y que el hombre es lo que Jesús habría dicho que sería: un pueblo de amigos de Dios. La Pascua no se celebra en una noche, ni en un día, ni una semana… la liturgia ha hecho un tiempo para vivir la Alegría Pascual, para que resurja, como relevo testimonial, de la imagen del Dios por la que Jesús vivió y murió y por la que el mismo Dios le ha resucitado. Celebramos a Cristo, luz del mundo, Luz de Cristo”, Luz gozosa”…

Alegría, hermanos: Dios es Amor, Cristo es Amor, el Espíritu es Amor. Nosotros vivimos en el Amor; nos ilumina su luz y nos empapa su fuerza “.
Con Francisco comenzamos diciendo: “Oh Alto y Glorioso Dios…”

Primera Lectura: Salmo 5.

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor

Noticia: Pesadilla en Lorca.

Cuando amaneció, al día siguiente del terremoto de Lorca, la pesadilla seguía allí. No sólo no se evaporó, dejando tras de sí una sensación de inmenso alivio, como quien más quien menos había deseado durante los escasos intervalos de tiempo en que el sueño había logrado imponerse, en esa larga madrugada de insomnio, para conducirles a un estado de inquieta duermevela. No, no había sido un mal sueño. Lorca, la orgullosa Ciudad del Sol, capital del Valle del Guadalentín, se mostraba ayer mañana convertida en una pura ruina «hecha mixtos», tras el terremoto.

Las primeras impresiones de las decenas de técnicos que habían comenzado a revisar las viviendas con el fin de evaluar de manera urgente los daños y establecer si las familias podían retornar pronto a ellas, confirmaban a su vez que el desastre era colosal: alrededor del 80% de todos los inmuebles están dañados en mayor o menor medida, y el 10% sufre daños estructurales que parecen condenarlos al derribo. Unas magnitudes que en una ciudad con más de 90.000 almas alcanzan una dimensión difícil de concebir: decenas de miles de casas con las fachadas, las paredes y los techos agrietados, y muchas cientos, quizá miles, en estado casi ruinoso.
El Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), en una primerísima evaluación, indicaba que en pocas horas había recibido 600 peticiones de indemnización y estimaba que en los próximos días se superarían las 20.000. Reconstruir Lorca, devolverla a su estado original, a la situación previa a esos dos seísmos de 4,4 y 5,1 grados que sembraron la destrucción y la muerte en la tarde del miércoles, será una labor de meses.

Y luego estaban los muertos. Esos pobres hombres y mujeres a quienes muchos habían visto, ¿visto?, ¿realmente había ocurrido algo así?, caer abatidos bajo una lluvia de escombros, entre una nube de polvo y un descomunal estruendo que parecía surgir de lo más profundo de la tierra. ¿Tampoco eso había sido un mal sueño? ¿Habían visto morir a gente a su lado? Las manchas de sangre oscurecida y amasada con polvo, las cintas de la Policía que cercaban la zona y los guantes quirúrgicos olvidados por forenses y funerarios confirmaban, una vez más, la realidad del horror.
«Yo vi caer fulminado a uno. Los otros dos, que también cayeron bajo las piedras, no sé cómo escaparon. Creo que también murieron. No me paré a mirar. Ni siquiera sé cómo escapamos nosotros». Lo cuenta Carmen Alcázar, vecina de la zona de la Universidad, que después del primer terremoto había corrido hasta el barrio de San Diego, donde vive su madre, para alertarla de que habría otro temblor. «Lo había oído en la radio. Llegué aquí gritando: '¡Salid todos, marcharos, que viene otro terremoto!'. Me miraban como si estuviera loca; se reían de mí. Y en eso llegó... Si siento que nadie me hiciera caso es por todos esos muertos».

La cornisa que se precipitó desde lo alto de un edificio de cinco plantas, en la confluencia de las calles Puente Gimeno y Voluntarios, mató en el acto a Rafael Mateos, dueño de la zapatería situada en la esquina. Otros dos cadáveres, el de un jubilado y un hombre vestido con un mallot de ciclista, quedaban tendidos a su lado.

En otras zonas de Lorca (barrio de la Viña, calle Galicia, Infante Don Juan Manuel...), la terrible escena se repetía. La muerte llovía desde las azoteas. Caían, uno tras otro, Juan Salinas, el chiquillo Raúl Guerrero, Antonia Sánchez, Juana Canales, Domingo García y la gitanilla Emilia Moreno, quien a sus 22 años, a punto de dar a luz y con una chiquilla de dos años, era derribada por el certero impacto de un cascote.

Horas más tarde, ayer a mediodía, se les sumaría María Dolores Montiel, de 41 años, que expiró en el hospital Virgen de la Arrixaca. Era una, seguramente la más grave, de entre las decenas de heridos (hasta casi 300 contabilizados) que fueron asistidos de sus lesiones (huesos fracturados, grandes brechas en la cabeza, ataques cardíacos...) por las unidades de emergencias y en los hospitales de campaña.

«A Emilia la vimos morir en el barrio de San Pedro. Su marido, al toparse con el cadáver, se volvió loco y se puso a correr por las calles en calzoncillos. Iba ciego. Todos sus familiares gritaban y lloraban», relatan las mujeres de la familia de 'Las Carmelas' en el improvisado campamento que, al modo de los vaqueros cuando trataban de repeler el ataque de los indios, han levantado trazando un círculo de coches y grandes cajas de plástico que han cogido prestadas de unos invernaderos. Allí han pasado la noche en compañía de sus maridos y de sus retoños, y no saben, como casi ningún otro lorquino en esos momentos, si será la única noche a la intemperie, o la primera de muchas noches al raso. «Las casas están destrozadas, pero hemos pasado una noche estupenda, ¡porque estamos todos vivos!», sentencia una de ellas con una carcajada sincera.

Evangelio: Jn. 13, 16-20

«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado.»

Peticiones / Acciones de gracias.
Padrenuestro.
Salida.