Oración Comunitaria 29/11/2007
SALMO:Salmo 68
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias
LECTURA DEL EVANGELIO:
Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por el corro, dijo: Éstos con mi madre y mis hermanos. El que cumpla la voluntad de dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Mc 3, 31-35
NOTICIA:
Las mujeres a las que el tsunami costó un riñón
Una de cada 10 mujeres de un campamento de 1.000 familias ha vendido un órgano para sobrevivir. El reportero viaja a este punto remoto de la India para comprobar esta historia tres años después de la catástrofe
DAVID JIMENEZ. Ernavur (La India) http://www.elmundo.es
El tsunami del Índico se llevó la aldea, la casa y una pequeña barca de pesca que daba de comer a sus tres hijos. Completamente arruinada, y tras pasar los dos últimos años abandonada en un campo de refugiados, Lata Kala recibió el pasado enero una oferta por lo único que le quedaba de valor. Los traficantes de órganos llegaron de madrugada, dijeron tener la solución a sus problemas y le adelantaron algo de dinero a cambio de que se comprometiera a entregar uno de sus riñones cuando regresaran. "¿Qué otra cosa podía hacer?", se pregunta Kala, levantando su sari de algodón estampado en flores para mostrar la cicatriz de 30 centímetros que cruza su costado izquierdo.
El olvido y las promesas incumplidas han llevado a la desesperación a las 1.000 familias que viven hacinadas en este campamento de refugiados para víctimas del tsunami, en el estado indio de Tamil Nadu. Hasta diez personas comparten una misma habitación, los niños se encuentran desnutridos y la mayoría de los hombres, desempleados desde que el maremoto arrasó sus aldeas en diciembre de 2004, se han dado a la bebida.
La supervivencia de la comunidad ha quedado en manos de las mujeres. De ellas se espera que trabajen, cuiden de los hijos y, si es necesario, sacrifiquen su salud para sacar a la familia adelante. Al menos un centenar de mujeres del campamento ha vendido ya un riñón por sumas que rara vez superan las 50.000 rupias (900 euros).
La mayoría de las donantes ni siquiera ha cobrado el dinero acordado, pero se niegan a denunciarlo por temor a convertirse en el hazmerreír de los demás. Una mezcla de vergüenza y rabia las hace guardar el secreto: el sacrificio sirvió para salvar la vida de algún paciente rico o de un extranjero. Su vida, en cambio, sigue siendo este campo de refugiados que se enfanga durante el monzón.
Cuando se acerca el tercer aniversario del desastre que arrasó las costas del Indico y provocó más de 230.000 muertos en una decena de países, los afectados de la India se encuentran entre los más desatendidos. El Gobierno central apeló al patriotismo para rechazar la ayuda exterior, y ha retrasado una y otra vez la prometida entrega de hogares y los habitantes han ido perdiendo la esperanza de abandonar algún día este lugar.
El tráfico de órganos se ha ido extendiendo a lo largo de cientos de kilómetros de costa en Tamil Nadu, con los intermediarios centrándose en los campos de refugiados que se encuentran en peores condiciones. «Es imposible saber cuántas mujeres han sido operadas, pero creemos que son cientos», admite un funcionario del Gobierno local.