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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 26/10/06/ Oración en el Espíritu de Asís 2006

ESCUELA DE ORACIÓN:

27 de octubre de 1986. Hace 20 años, en Asís, se celebró una cumbre de oración por la paz. Representantes de las principales religiones de nuestro tiempo se dan cita en Asís para orar juntos e invitan al mundo a tomar conciencia de que existe otra dimensión de la paz, que no es resultado sólo de negociaciones y compromisos políticos, sino fruto de la oración intensa. Dios no quiere la violencia ni la guerra. Dios nos pide a todos los creyentes que seamos instrumentos de paz en el mundo.

El encuentro con Cristo resucitado siempre acaba en envío. Nos encontramos esta noche con Cristo resucitado en el icono de San Damián. ¿De qué sirve apreciar la belleza de sus rasgos, quedarse en absorta contemplación estética, que resultaría a la postre estática, inactiva e inoperante? Este Cristo hace despertar. Enardece. Habló a Francisco. Lo ungió de celo. Sigue hablándonos a cada uno de nosotros. La contemplación genuina y creyente culmina en una misión evangelizadora. ¿A qué misión nos envía el Señor? Dejemos que sea Él mismo quien nos interpele. A quien adoramos en el icono es al Cristo de la Paz. Adopta la inequívoca postura de la paz. Muestra sus manos, sus pies y su costado heridos, señal de la violencia contra Él desatada; pero exhibe así mismo sus brazos abiertos en son de paz. Está egregiamente proclamando con el ademán íntegro de su cuerpo que Él es nuestra paz. Ha vencido al odio y la muerte con el poder de su perdón y de su amor; ha resucitado y nos otorga el don de una vida nueva para instaurar un mundo en paz.

SALMO:

SALMO 71

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

El librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba,
que recen por él contínuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!.


NOTICIA:


Queridos Hermanos y Hermanas: ¡El Señor os dé la Paz!

Veinte años atrás el siervo de Dios Juan Pablo II, tomó la iniciativa de convocar en Asís a los representantes de varias confesiones cristianas y de diversas religiones, para implorar al único Dios de todos por la paz, para reafirmar juntos el común anhelo de vivir en armonía, y para comprender, ante el Señor, como ser constructores de paz desde el pensamiento, el corazón y la acción. Aquel 27 de octubre de 1986 «significó un vibrante mensaje a favor de la paz, y se reveló como un evento destinado a dejar un signo en la historia». De modo particular, Juan Pablo II, cada vez que se producían actos terroristas, guerras, injusticias, sospechas e incomprensiones, que hacían peligrar seriamente el destino de la humanidad, repropuso a los creyentes y a los hombres de buena voluntad, que se hicieran peregrinos a Asís, o invitó en muchas circunstancias a inspirarse, para la construcción de un mundo más justo y solidario, en «el espíritu de Asís».
¿Por qué Asís? En la última peregrinación del 24 de enero del 2004, y no solo en la última, el mismo Juan Pablo II respondía: «Nos encontramos en Asís donde todo habla de un singular profeta de la paz, llamado Francisco». Y el testimonio que Francisco «dio en su tiempo -confirma Benedicto XVI en el Mensaje citado- es un natural punto de referencia para cuantos hoy cultivan el ideal de la paz, del respeto de la naturaleza, del diálogo entre las personas, entre las religiones y las culturas». Punto de referencia y de estímulo para todos aquellos que aprecian realmente el futuro de la familia humana y de la «casa» del hombre, de manera particular, para nosotros franciscanos, que somos generados por «el espíritu de Asís», y somos seguidores del Poverello, que encarnó «de manera ejemplar las bienaventuranzas proclamadas por Jesús en el Evangelio: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”».
¿Qué quiere decir para nosotros hoy que Francisco es el punto de referencia?, y sobre todo, ¿cómo podemos nosotros, hijos de Francisco, ser todavía, donde quiera que vivamos, auténticos testigos de paz, que dejan «ver» algo de su fascinante aventura humana y evangélica? Providencialmente el recuerdo del aniversario de la iniciativa audaz y profética de Juan Pablo II, coincide, como lo subrayó Benedicto XVI, en el Mensaje por el vigésimo aniversario de esta iniciativa de oración por la paz, con la celebración que se realiza en nuestra Fraternidad, del VIII Centenario de la Conversión de Francisco, provocada por el diálogo con el Crucifijo de San Damián: «Señor, ¿qué quieres que yo haga? y «Ve, y repara mi casa». Descubierto el sentido de las palabras del Crucifijo, el Poverello se transforma en promotor de paz con cartas abiertas o privadas, con el anuncio del Reino de Dios, y el don divino de la paz, transformándose así en el «cordero de la verdadera paz».
Para entender el por qué y el cómo nosotros Franciscanos debemos ser «”centinelas dóciles y valientes de la verdadera paz, fundada en la justicia y en el perdón, en la verdad y en la misericordia», debemos centrar la mirada en el misterio de la cruz, árbol de salvación nutrido con la sangre redentora de Cristo». Sí, la fascinación de Francisco surge de su dejarse transformar por la lógica de la cruz, al punto de aprender un nuevo «lenguaje», aquel del amor, del perdón y del bien.
El 2006 es para nuestra Fraternidad el año de la conversión, provocada por la contemplación del Crucifijo de San Damián. Me permito entonces sugerirles un itinerario concreto de conversión para apostar desde el amor, desde los valores de la fraternidad, «a los que todos los hombres están llamados, y a los que también las criaturas inanimadas -desde el «hermano sol» a la «hermana luna»- de alguna manera participan». Se trata de vivir y promover, al interno de nuestra Fraternidad, y en las relaciones con quienes el Señor coloca en nuestro camino, los valores del Decálogo de Asís, enviado por Juan Pablo II a los Jefes de Estado y de Gobierno, fruto de la excepcional jornada de oración vivida en Asís el 24 de enero del 2002, teniendo siempre ante nuestros ojos el testimonio ejemplar de Francisco de Asís, quién nos exhorta a «ser pacíficos y sobrios, mansos y humildes», nos recuerda nuestra vocación: «sanar las heridas, vendar las fracturas, buscar a los perdidos», nos invita a dirigirnos al «Altísimo, glorioso Dios», para que nos conceda la capacidad de discernir y de hacer siempre su voluntad.

Fr. JOSÉ RODRÍGUEZ CARBALLO OFM, Ministro General.



LECTURA DEL EVANGELIO:

Yviendo las gentes, subió al monte; y sentándose, se llegaron á Él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán á Dios.
Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.

Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros.


(Mt 5, 1-12)

ORACIÓN FINAL

Señor, da la paz a los que esperan en ti, escucha las súplicas de tus siervos y llévanos por el camino de la justicia. Tú dijiste que cuantos trabajan por la paz serían llamados hijos de Dios; concédenos entregarnos sin descanso a instaurar la única justicia que puede garantizar a los hombres una paz firme y verdadera.

Con Francisco de Asís, queremos ser instrumentos de paz y reconciliación entre los hombres por eso acabamos diciendo: Señor, haz de mi un instrumento de tu paz,…