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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 27/07/2006

Escuela de oración

Traemos nuestras vidas a la oración; traemos nuestro mundo a la oración. Traemos las experiencias que estamos viviendo este verano: Taizé, campamento, campo de trabajo, misiones en Perú y en Marruecos, y tantos proyectos. Traemos también tantas situaciones que nos desbordan: violencia, injusticia, soledad, marginación. Posiblemente, no dependa de nosotros la solución inmediata de tantos problemas que aquejan a los hombres de nuestro tiempo. Hoy tenemos que recuperar y reafirmar con fuerza el convencimiento de que el bienestar de los hombres depende de nosotros y también de la intercesión, hecha oración y ofrecimiento de muchas muertes cotidianas. Nuestra fraternidad está llamada a “humanizar” el mundo y lo hace también cuando ora y sufre en silencio por el mundo, por los hombres: cuando acepta su pobreza e impotencia, cuando asume el hecho de estar compuesta no por héroes, sino por personas frágiles, pecadores, no exentos de frustraciones y complejos. Nuestra única fuerza es Dios y por eso oramos, para que sea Él quien nos guíe. en nuestra debilidad Dios nos hace fuertes

Canto: En mi debilidad me haces fuerte

Léctura AT: Jer 1, 1.4-10

Recibí esta palabra del Señor: “Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré: Te nombré profeta de los gentiles”. Yo repuse: “¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho”. El Señor me contestó: “No digas: soy un muchacho, que a donde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor-.” El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: “Mira, yo pongo mis palabras en tu boca; hoy te establezco sobre pueblos y reyes para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.”

Canto: Deja la tierra en que habitas…

Noticia: Cordura, por favor. Juan Cierco. Corresponsal de ABC en Oriente próximo

Hablar por hablar. Sin conocimiento de causa. Sin haber pisado nunca Oriente Próximo. Porque está de moda. Porque hay una guerra, o algo que se le parece demasiado. Porque el que habla no piensa, no estudia, no aprende, no se forma. Como ser humano, como profesional, como intelectual.
Es verano. No hay nada mejor con lo que intentar ganar votos. O si lo hay esto vende mucho. Se mezclan las churras de la guerra de Irak con las merinas del antisemitismo. Y los políticos se tiran a la piscina sin saber nadar. Les importan muy poco las víctimas. Mucho menos los orígenes del conflicto. No leen, no escuchan, no miran. Hablan, gritan, vociferan, se insultan. Esta vez, el rehén: Oriente Próximo.
Se levantan y ven y leen (un resumen, no se vayan a cansar) y oyen lo que ha dicho el de la acera de enfrente para decir lo contrario, para un fugaz titular de telediario.

Confieso que llevo ocho años viviendo cada día en la región más convulsa del planeta. Que he visto la muerte en la cara de una mujer israelí, judía, trabajadora, con dificultades para ir a buscar a su hija al colegio; tarea que como tantas veces acaba haciendo la abuela. Y abuela y niña que suben a un autobús rumbo a casa. Y un terrorista suicida palestino que se sube al autobús y se vuela en mil pedazos. Y un móvil que suena. Y una mujer que se desmaya. La abuela, la niña, muertas.
Confieso que he oído llorar a un niño palestino, musulmán, por ver a su padre, médico respetado en Ramala, educado en Zaragoza, casado con una mujer de Teruel, de rodillas, en calzoncillos, en mitad de ningún sitio, apuntado por el fusil de un recluta israelí de 18 años de edad que encuentra entretenido humillar a un ser humano delante de los suyos porque no tiene nada mejor que hacer.
Confieso que llevo ocho años viviendo cada día en Jerusalén, en Gaza, en Nablus, en Tel Aviv, viajando a Beirut, a Ammán, a El Cairo, a Bagdad, a Damasco, a Teherán. Que he convivido con judíos y con musulmanes. Que he pisado mezquitas, iglesias y sinagogas.
Confieso que he leído, que he escuchado, que he olfateado, que he sentido, que he reído con los vivos, que he llorado por los muertos, que he visitado en los hospitales a los heridos, que he visitado a los huérfanos, que he hablado con el padre de un soldado secuestrado, que he hablado con la madre de un preso sin juicio, que he abrazado a un amigo muy cercano con su hijo momificado con quemaduras en el 75% de su cuerpo tras un atentado suicida, que he sentido el terror por los bombardeos con misiles Katiusha lanzados por los terroristas de Hizbolá.
Confieso que he repasado las resoluciones de Naciones Unidas, que me he aprendido de memoria todas y cada una de las hojas de ruta inclumplidas en la región.
Confieso que después de ocho años en la región más compleja del planeta me queda tanto por aprender que no me atrevería a dar dos puntadas sin hilo. Y en mi querido pais todos tejen y tejen y vuelven a tejer y a algunos se nos cae la cara de vergüenza. Se nos encoge el corazón con el que nos acercamos a compartir el dolor de esa madre judía que perdió a su madre y a su hija; de ese niño palestino que lloró desconsolado ante ese soldado poco mayor que él. Les miramos a la cara y cuando nos devuelven la mirada bajamos la cara…

Canto: Dona la pace, Signore

Léctura NT: Flp 4, 6-9

Hermanos: nada os preocupe; sino que en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la Paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendísteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros.

Canto: Danos la paz en este silencio, danos la paz en esta violencia, Señor…

Peticiones y acción de gracias
Canto: Fumuwetuu utu fuile luse

Padre nuestro

Canto de salida: Jubilate Deo, omnis terra servite Domine in laetitia