Oración Comunitaria 3/11/2005
Escuela de oración de 27 de octubre del 2005-10-26
Buscar a Dios, para Francisco, no es sólo una forma de oración, sino que, en cuanto comportamiento de la vida, forma parte de su vocación de hermano menor: se llega a ser hermano menor porque se quiere buscar a Dios en todo. En la vida de Francisco y en la de su primitiva fraternidad, esta búsqueda se vuelve rápidamente muy “práctica” en el sentido de que crea el modo de obrar, la relación fraterna, la relación con la Iglesia y con el mundo. Los problemas concretos de la vida cotidiana se resuelven a través de esta búsqueda de cumplir la voluntad de Dios. En esta visión concreta de Dios como única fuente de vida, Francisco y sus hermanos se orientan hacia la acción de gracias y la alabanza.
La búsqueda de Dios tiene si precisa indicación en Jesucristo y en su Espíritu; allí se encuentra el ejemplo concreto que todos los hermanos deben seguir en la fe. La búsqueda de Dios se concretiza en una íntima relación con su Hijo. La puesta en práctica de su palabra, en el contexto de las diversas situaciones humanas, manifiesta nuestra determinación de realizar la voluntad de Dios.
Salmo “Invitación a albar y obedecer a Dios
Venid, aclamemos al
Señor,
demos vítores a la Roca
que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque El lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque El es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que El guía.
Noticia: Superiora general de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Evelyne Franc, en la entrega al premio principe de Asturias a la concordia.
"El Amor y la fidelidad se encuentran. La justicia y
la paz se besan"
Con gran emoción, tengo la alegría de dirigirme a Ustedes, en el contexto de
una sociedad cada vez más sensible, sedienta de concordia y de paz, de respeto
a la dignidad humana, de verdad, de justicia y de libertad.
He comenzado esta breve y sencilla intervención, evocando las palabras del
Salmo 84, que tan bellamente enlaza la justicia y la paz. La justicia y la paz
se buscan, son inseparables.
Este es también un reconocimiento a toda la Iglesia y a cuantos comparten tiempo, esfuerzos y
medios en favor de los más desfavorecidos, en favor de todos aquellos que en
nuestro mundo, están privados de justicia y buscan la paz.
Nuestra sociedad anhela vivamente un mundo sin fronteras, un mundo donde no
existan barreras entre los que tienen y pueden y los que están desprovistos de
todo. Cada vez más nuestros contemporáneos, especialmente los jóvenes, sienten
la urgencia de edificar un mundo nuevo, más solidario, fruto de la
globalización del amor. Un mundo nuevo, una familia de pueblos que comparten
equitativa y solidariamente los bienes de la tierra, destinados a todos los
hombres. Un mundo que en el fondo, casi sin saberlo, tiene necesidad de fe y de
esperanza, tiene hambre de Dios.
Vivir la solidaridad, compromete a ir más allá y más lejos en la defensa de la
vida, a veces amenazada en su integridad a causa del egoísmo de unos pocos.
Vivir la solidaridad compromete a ir más allá y más lejos en la búsqueda de
recursos suficientes que permitan mejorar las condiciones de vida de quienes
están condenados a sobrevivir, ya sea perdidos en el laberinto de la
marginación, o forzados a dejar su país en frágiles pateras, vergüenza de
nuestra sociedad.
Vivir la solidaridad es un desafio para nosotras Hijas de la Caridad, llamadas a
continuar en el mundo la misión de Jesucristo, evangelizador y liberador de los
pobres, impulsadas por san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, nuestros
Fundadores, amigos de los pequeños y necesitados.
Nos sentimos felices, agraciadas de poder entregar nuestra vida al Señor para
gastarla en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Como un torrente de
vida, la historia de la
Iglesia está repleta de bellísimas páginas escritas con el
lenguaje humilde y sencillo del servicio a los necesitados, con el lenguaje
silencioso de una generosidad creativa. La Compañía de las Hijas de la Caridad, intenta colaborar
modestamente, en la construcción de la civilización del amor, donde la justicia
y la paz brillen para siempre.
Muchas gracias, estimados amigos, por hacer posible que en este foro excepcional resuene la voz de los heridos de la vida y se acoja el mensaje que nos dirigen desde sus sufrimientos. Cada vez que nuestro corazón acoge al otro, se enciende en el mundo la luz de la esperanza, "la justicia y la paz se besan".
NT: Lucas 17, 20-21
Habiéndole preguntado los fariseos cuándo vendría el reino de Dios, Jesús les respondió, y dijo: El reino de Dios no viene con señales visibles, ni dirán: "¡Mirad, aquí está!" o: "¡Allí está!" Porque he aquí, en vosotros está el Reino de Dios.”