• imagen del slider

Datos

Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 06/02/2020

ORACIÓN 6 FEBRERO 2020

ESCUELA DE ORACIÓN: Nos reunimos en la Capilla del Cristo de San Damián para compartir nuestra oración. El silencio de la capilla nos invita a abrir nuestros oídos, nuestros ojos, nuestros brazos, a la Palabra. Nos invita a interiorizar el Evangelio y confrontarlo con nuestra vida, porque el Señor nos enseña el camino y nos acompaña cada día.
Hemos celebrado esta semana el día de la Vida Consagrada bajo el lema “La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”, tengamos presentes a tantos hermanos que con fe y esperanza son testimonio de seguimiento; también el martes se celebraba el Día Internacional contra el Cáncer. Tengamos presentes a tantos hermanos que sufren la enfermedad, que el Señor ilumine a todos, y conceda lo que cada uno pide.
Y el próximo domingo celebraremos la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, bajo el lema “QUIEN MÁS SUFRE EL MALTRATO AL PLANETA NO ERES TÚ”, invitándonos al cuidado de la creación, nuestra casa común, que en palabras del Papa Francisco “es también como una hermana con la que compartimos la existencia.” (LS 1)
Durante los doce meses que dure la Campaña, Manos Unidas se va a centrar en denunciar las consecuencias que el deterioro medioambiental tiene sobre millones de personas, porque la crisis climática tiene, ante todo, un rostro humano: el de 821 millones de personas castigadas por el hambre; el de los más de 1.000 millones de pobres; el de quienes deben emigrar en busca de un sustento que la tierra les niega o de los que enferman a causa de la contaminación de las aguas y de los suelos.

Con Francisco decimos: “Oh alto y glorioso Dios...”

SALMO 148
Aleluya. |Alabad al Señor en el cielo, | alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles; | alabadlo todos sus ejércitos. Alabadlo, sol y luna; | alabadlo, estrellas lucientes. Alabadlo, espacios celestes | y aguas que cuelgan en el cielo. Alaben el nombre del Señor, | porque él lo mandó, y existieron. Les dio consistencia perpetua | y una ley que no pasará. Alabad al Señor en la tierra, | cetáceos y abismos del mar, rayos, granizo, nieve y bruma, | viento huracanado que cumple sus órdenes, montes y todas las sierras, | árboles frutales y cedros, fieras y animales domésticos, | reptiles y pájaros que vuelan. Reyes del orbe y todos los pueblos, | príncipes y jueces del mundo, los jóvenes y también las doncellas, | los ancianos junto con los niños, alaben el nombre del Señor, | el único nombre sublime. | Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, | de Israel, su pueblo escogido. |¡Aleluya!

NOTICIA: Un humano nuevo en la frontera de la guerra climática. El PAÍS. ELIANE BRUM. A bordo del Arctic Sunrise 1 FEB 2020 - 04:46 CET
Mi tiempo en la expedición del Arctic Sunrise en la Antártida llega a su fin. No recuerdo que un final haya sido tan difícil. La Antártida, sin duda la mayor belleza que he experimentado, ha desbordado de mí. No tenía referencias para abarcar algo tan fuera del lenguaje. Me marcó especialmente la experiencia de llegar a un lugar donde el ecosistema aún no ha sido destruido, donde se puede ver el ciclo completo de la naturaleza y comprender lo delicado de esta tesitura. La condición de intrusa, el hecho de que constantemente me cuestionara mi presencia allí, me ayudó a ver un mundo fuera de mí. Vivir en la Amazonia, donde vivo, a menudo es vivir en ruinas, entre ruinas, en las ruinas. Es ser testigo de una destrucción constante. La selva siempre se está rompiendo con una motosierra o con fuego. Siempre hay gente más fuerte tratando de arrancarle mineral de la tierra, de introducirle soja o bueyes, criaturas vivas que se han convertido en mercancía. La lucha en la Amazonia es para perder menos, pero siempre perdemos. La destrucción es mayor que nosotros, los destructores tienen mucho más poder, hoy incluso están en el poder. Pocas cosas son más difíciles que luchar no para ganar, sino para perder menos. Solo un poco menos. Así viven en la Amazonia los líderes indígenas, los ribereños y los quilombolas (descendientes de esclavos rebeldes), los agricultores familiares y también los activistas. Poniendo sus cuerpos delante de la selva solo para perder un poco menos.
En la Antártida, todavía no. Se nota que la presión está aumentando. Los glaciares se derriten a una velocidad asombrosa, algunas especies de pingüinos están sufriendo una drástica reducción de su población, el continente ya se ha calentado debido al cambio climático. En la península, donde estábamos, la temperatura ya ha subido 3 grados centígrados. Sabemos que pronto la Antártida también puede ser una utopía que pervivirá solo en las historias. Pero todavía está ahí. Y su asombrosa belleza acusa toda la destrucción que hemos causado. No ha sido una especie entera la que ha provocado la crisis climática, sino una parte de ella que, desafortunadamente, aún domina las posiciones de poder. No somos una especie destinada a destruir, nuestro carácter no es violento. Ni siquiera somos una unidad, lo que llamamos humanidad no existe. Parte de nosotros ha destruido y destruye. Y es contra esos que tenemos que luchar más de lo que hemos luchado nunca, porque ahora luchamos por la supervivencia. Los países más responsables de la crisis climática son precisamente los que están levantando muros y barreras para los migrantes, porque saben que, cada vez más, la migración está y estará determinada por la crisis climática. En las próximas décadas puede haber millones de refugiados climáticos, y entonces los muros ya estarán bien establecidos. La ONU tiene una buena palabra para eso: apartheid climático. Los que sufrirán más los efectos serán los que menos hayan provocado el cambio climático; los que sufrirán más los efectos serán los que menos podrán enfrentarlos, porque son los más desamparados. La crisis climática está atravesada por cuestiones de raza, género y clase. Una vez más, son los indígenas, las mujeres y los más pobres quienes sufrirán más y primero. Ya está pasando. La mayoría de la gente que quiero entiende lo que estamos viviendo. Pero solo en parte. La mayoría todavía cree que puede seguir viviendo como antes, hacer los mismos planes que antes, soñar con las mismas cosas, criar a sus hijos con los mismos principios y siguiendo el mismo guion. No entienden que la vida ya no es como antes. Que nuestro planeta está experimentando el cambio más drástico que ha experimentado desde que existimos. Y que tendremos que luchar por políticas públicas que contengan el sobrecalentamiento, actuar para impedir la destrucción de ecosistemas cruciales como la Amazonia y los océanos, y también adaptarnos a lo que vendrá. Porque vendrá, ya viene, para muchos ya ha llegado. Incluso muchas personas inteligentes que han luchado toda su vida contra el racismo, la discriminación por motivos de género y la desigualdad social todavía no han sido capaces de entender que la crisis climática atraviesa todo esto y redefine los parámetros de existencia, cambia incluso la forma de existir. Es algo tan grande que parece que no cabe en el cerebro. Pero esta inconsciencia nos impide actuar.
Sin embargo, quién sabe, quizá más personas pueden atravesar sus capas de negación y liberar la mente para unirse a la tarea colectiva —y urgente— de crear un humano nuevo en el futuro que seamos capaces de imaginar.

EVANGELIO: Lucas: 10,1-9
Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”.

SALIDA
La madre tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.1
La misericordia, el compartir, las buenas obras, fruto de la fraternidad y la justicia, hacen realidad nuestro ser sal de la tierra y luz del mundo.

Con Francisco terminamos diciendo “ Te adoramos...”