Oración Comunitaria 09/01/2020
ESCUELA DE ORACIÓN:
Mientras volvemos a nuestra rutina diaria y laboral, nos ponemos en tu presencia y reemprendemos el camino. No permitamos que el cansancio ni el desánimo nos invada, sino tratemos en nuestro entorno de discernir los múltiples signos de una vida nueva portadora de futuro. Estemos atentos a las iniciativas inéditas… aunque no estén siempre rigurosamente elaboradas y a menudo sean provisionales.
Necesitamos ponernos en camino. Esta es una llamada para nuestro hoy. En la vida y en la fe somos peregrinos, a veces extranjeros en nuestra tierra. Recordemos que Dios es fiel y nos invita a perseverar en nuestros compromisos. El Espíritu Santo, aliento de bondad, nos guiará incluso en nuestras noches.
(Carta de Taizé, 2020)
Con Francisco, comenzamos diciendo: OH ALTO Y GLORIOSO DIOS….
Salmo 71: PODER REAL DEL MESIAS
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
El librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba,
que recen por él contínuamente
y lo bendigan todo el día.
Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
LA MALDICIÓN DE LA ABUNDANCIA ABC. Pedro García Cuartango.
Hace algún tiempo leí una frase de un sabio chino que me quedó grabada. Decía algo parecido a esto: «cuando te das cuenta de que no te falta nada, todas las cosas son tuyas». El proverbio viene a cuento en las fechas navideñas en las que un desmesurado consumismo nos crea la ilusión de que la felicidad depende de nuestra capacidad de compra.
La sociedad es hoy mucho más rica que en la década de los años 50, en una España que todavía no había entrado en la fase del desarrollismo y en la que no existía la televisión ni la publicidad de masas. Ahora parece casi imposible sustraerse a la presión de ese consumismo que ofrece paraísos artificiales con facilidades de pago.
Las estadísticas nos muestran que la renta per cápita media en España era de 4.200 euros en 1980 y que se acercará este año a los 26.000, lo que nos da idea del salto en nuestro nivel de bienestar material.
Es cierto que en la última década ha aumentado la desigualdad, pero en conjunto la mayor parte de la sociedad española goza de unos estándares de calidad de la vida y servicios públicos que nunca había alcanzado. Un reciente estudio internacional colocaba a España como el país del mundo con una mejor atención sanitaria, muy por delante de EE.UU. o Gran Bretaña.
Somos más ricos, podemos disfrutar de bienes y servicios que hace medio siglo eran imposibles de imaginar, viajamos, tenemos acceso a la información y nuestras casas son confortables. Pero también estamos insatisfechos, somos más infelices, tenemos la sensación de haber sido desbordados por el cambio tecnológico y una competitividad feroz y nos parece que todo es mucho más inseguro que en el pasado.
Podríamos llamar a este estado de cosas «la maldición de la abundancia» porque, en la medida que aumenta nuestro nivel económico, crece nuestra frustración y nuestro grado de desamparo. Los vínculos familiares, la política, la religión, el trabajo y los demás pilares que sustentaban la esperanza de una vida mejor se han derrumbado casi de repente.
Sólo el consumo, cada vez más irracional e insensato, sigue expandiéndose hasta el infinito sin pausa ni tiempos muertos porque el crecimiento de la economía descansa en un gasto incesante que, como la fiebre por apostar, necesita cada vez de dosis mayores. En este sentido, el deterioro del medio ambiente es en última instancia la expresión de un tipo de vida en el que el afán de tenerlo todo produce la destrucción de todo, al revés de lo que decía el proverbio chino.
No deja de ser una paradoja de que cuanto más tenemos y más consumimos, más aumenta nuestra sensación de perder el control de nuestra vida. Por el contrario, empezamos a darnos cuenta de que ayudar a los demás y ser solidarios produce una satisfacción que compensa otras carencias. Afortunadamente también se detecta una reacción a esta maldición de la abundancia que nos hace cada vez más pobres.
EVANGELIO (Lucas 4, 16-21):
Fue Jesús a Nazaret donde se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. Y enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido la escritura que acabáis de oír”.
PADRENUESTRO
SALIDA:
Dios de todos los vivientes, haznos capaces de abandonarnos en ti, en el silencio y el amor. Abandonarse en ti no es algo habitual en nuestra condición humana. Pero tú intervienes hasta en lo más íntimo de nosotros mismos y quieres para nosotros la claridad de una esperanza.
Con Francisco terminamos diciendo: TE ADORAMOS….