Oración Comunitaria 28/11/2019
Introducción:
¡Ya se escucha!, ¡Está ahí!, ¿Preparado?, en cinco…cuatro…tres…dos…uno…y…ya pasó. Nos reunimos una vez más entorno al acogedor encuentro que Dios nos regala en la oración, pero es necesario salir, encender la llama de la misericordia y no apagarla, es necesario salir con ella durante el día, tarde y noche. La Iglesia nos regala cada año un tiempo cargado de esperanza, amor y actividad, ¡no podemos estar dormidos!, viene el salvador. Comenzamos nuestra oración diciendo: Oh alto y glorioso…
Salmo 93:
Dichoso el hombre a quién tú educas,
al que enseñas tu ley,
dándole descanso tras los años duros.
Porque el Señor no rechaza a su pueblo ni abandona su heredad:
el justo obtendrá su derecho y un porvenir,
los rectos de corazón.
Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia.
Noticia: Margarita Zaera, Voluntaria con las Hijas de la Caridad. Alfa y Omega semanario católico de información.
Desde pequeña en el colegio nos insistían de forma constante en una frase sencilla, pero que guarda una enorme profundidad: «Sed hombres y mujeres para los demás». Está frase del jesuita Padre Arrupe animando al servicio a los demás, iba acompañada, como no podía ser de otra manera, de hechos. Por ello, en Bachillerato teníamos una asignatura obligatoria que consistía en hacer voluntariado, el denominado por muchos «obligatoriado».
Empecé cuidando a niños de mujeres que se encontraban en situaciones adversas. Y esta primera experiencia fue tan enriquecedora e impactante para mí, que seguí con dicha rutina durante tres años más.
Posteriormente empecé a formar parte de una ONG, vinculada a la parroquia, que se centraba en las personas sin hogar. Sin duda, un enorme lujo poder compartir mi tiempo con ellos a última hora del día, aunque muchos de ellos pensaran que era al revés. El café y los bocadillos que repartíamos eran simplemente la excusa, lo importante era acompañarles, conversar y sobre todo que sintieran que ellos también son parte de la sociedad. Ni indigentes, ni pobres, simplemente personas, como tú y como yo, simplemente sin un hogar. Fue una vivencia muy especial. No era hacer un voluntariado los lunes, sino quedar con amigos para compartir charlas, risas e incluso nuestras preocupaciones.
Sus historias, en ocasiones tan cercanas, con estudios, familias, intereses, trabajo… Te hacían irremediablemente pensar que tú podías, por cualquier contratiempo de la vida, llegar a estar en esa misma situación.
Por otro lado, desde pequeña, mi gran sueño había sido irme de misiones al extranjero. Por ello, en 2017 me fui unos meses al sur de Portugal a una residencia de señoras mayores regentada por unas religiosas. Esos meses fueron una bendición, disfrute muchísimo de su compañía. Y como en mis anteriores experiencias y aunque suene a tópico, sentía que recibía mucho más de lo que podía dar a esas señoras, que me recibían cada mañana con una sonrisa. Además, las religiosas fueron para mí un gran ejemplo de vida entregada a Dios y a los más pobres.
En mi última experiencia, este verano he podido «engañar» a mi hermano para que me acompañara junto con un grupo de Madrid a Calcuta. Se trata de una ciudad caótica, sucia y con una pobreza extrema. Pero en la que aparte de hacer grandes amistades entre los voluntarios, hemos podido ver a Dios reflejado en la cara de cada enfermo al que hemos atendido o en la sonrisa de cada niño con el que hemos jugado. Sin más, os ánimo a todos si tenéis la oportunidad a hacer voluntariado. Nos ayuda a quitarnos prejuicios y sobre todo nos da la oportunidad de conocer a personas increíbles de las que tenemos mucho que aprender.
Y realmente no hace falta irse a Portugal, ni a Calcuta, ni tan siquiera recorrer muchos kilómetros para hacer voluntariado. Como decía al principio, no debemos de olvidar que podemos y debemos «ser hombres y mujeres para los demás». En nuestro país, nuestra ciudad, nuestro barrio y sobretodo en nuestro propio hogar, donde al fin y al cabo todo comienza. Y en cualquiera de estos sitios, como decía Santa Teresa de Calcuta podemos hacer «pequeñas cosas con un gran amor».
Evangelio: (Lc, 1, 39-47)
María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres, y Bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá. María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor,” “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
Salida:
Como María pongámonos en camino confiando que llevamos dentro a Jesús, un Jesús que se entregó y se entrega diariamente por todos nosotros. Llevemos su llama a cada rincón ensombrecido, llevando luces que alumbren y no se apaguen.