Oración Comunitaria 24/05/2018
ESCUELA DE ORACIÓN
En esta tarde, el silencio nos abre las puertas para compartir la oración y hacerla comunitaria. El Espíritu habla en nosotros, nos quita los miedos, abre las puertas, y nos envía a la misión. Los pueblos necesitan paz, reconciliación, amor y esperanza. Jesús quiere que nosotros seamos uno más entre tantos; que perdamos nuestros miedos, nuestros egoísmos y comodidades y salgamos al encuentro del hermano. Abre las puertas, deja entrar aire nuevo para renovar lo viejo, déjate empujar, sostener, dirigir, orientar. El Espíritu nos fortalece, nos renueva y nos recrea. Déjate soplar, déjate iluminar para ser viento y luz para los demás.
Con Francisco comenzamos diciendo “Oh Alto y glorioso Dios…”
SALMO: 46
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad
NOTICIA: “Yo pensaba que para ser solidaria tenía que irme de Bilbao, pero hay mucho que hacer en casa”
Me llamo Teresa Maura, soy médico de atención primaria, y tengo que reconocer que durante mucho tiempo siempre pensé que para ser solidaria debía de irme de Bilbao, mi ciudad, y colaborar en un país lejano. Pero unos colegas me convencieron que también había mucho que hacer en casa. Así que hace doce años pusimos en marcha la consulta para inmigrantes de la ONG Médicos del Mundo. Entonces, muchos extranjeros recién llegados carecían de acceso a la salud pública porque para obtener la tarjeta sanitaria se precisaba el permiso de residencia. Yo trabajaba por la mañana y por las tardes, de lunes a viernes, formaba parte de un equipo en el que realizábamos turnos para atender. Contactamos con enfermeras, trabajadores sociales y especialistas de todo tipo, incluso, psiquiatras, porque detectamos muchos problemas de desarraigo y adaptación, lo que se traducía en crisis de ansiedad e insomnio. También se adhirió la Escuela de Odontología de la Universidad del País Vasco, por ejemplo. Aunque había tenido algún contacto profesional, la verdad es que esta experiencia me sirvió para conocer otra realidad. Además de los problemas sanitarios, nos dimos cuenta de que también tenían mucha necesidad de reunirse. Poco después, los domingos, creamos talleres sobre derechos humanos, para conocer el entorno o realizar trámites burocráticos, y establecimos contactos y redes con otras organizaciones. El derecho a la sanidad es para todos, como la educación. Empleamos mucho tiempo y todos éramos, y seguimos siendo, voluntarios. Yo volvía encantada a casa por la satisfacción del contacto directo con la gente, de haber echado una mano a quien lo necesitaba. Creo que tenemos mucha suerte por haber nacido aquí y que nos debemos los unos a los otros. El derecho a la sanidad es para todos, como la educación. Además, ellos, los beneficiarios, te lo agradecen y participan, quieren contar su experiencia y ayudar a otros. Nos daban información sobre sus problemas y así detectábamos los cuellos de botella en la atención sanitaria. La solidaridad se contagia y engancha porque lo que recibes es mucho más de lo que das. Tú ofreces experiencia y tiempo y recibes un cariño incondicional. Entre otros, nos han echado una mano una doctora colombiana y otro chino, y un árabe que estudia Medicina y nos presta sus servicios como traductor. Por cierto, aunque nos llamamos Médicos del Mundo, los sanitarios no somos mayoría en la asociación. Aquí hay de todo, incluso periodistas, y profesionales de la salud que no quieren ejercer como tales. También muchas áreas de intervención y la más reciente es un grupo que aborda el problema de la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual. Y siempre trabajamos con otros grupos afines en sus propósitos porque, como todos sabemos, la unión hace la fuerza.
EVANGELIO Mateo 5, 13-16
Dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
SALIDA
Los apóstoles “son transformados por el Espíritu” y, como anuncia Jesús en el Evangelio, “dan testimonio de él”. “De vacilantes pasan a ser valientes”, “porque el Espíritu cambió sus corazones”. El Espíritu Santo “entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y cambia los acontecimientos”.
Es el “Espíritu” el que “libera los corazones cerrados por el miedo y vence las resistencias” y nos “ofrece ímpetus de entrega”, “ensancha los corazones estrechos”, “anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad”, “hace caminar al que se cree que ya ha llegado” y “hace soñar al que cae en tibieza”. Que el Espíritu nos oriente en este sentido.
Con Francisco terminamos diciendo “Te adoramos…”