Oración Comunitaria 19/10/2017
Escuela de Oración:
“Sé valiente, la misión te espera”
El lema del Domund de este año invita a ser valientes y comprometerse a fondo con la labor misionera de la Iglesia. El papa Francisco invita continuamente a retomar la audacia del Evangelio. Coraje y valentía para salir de nosotros mismos, para resistir la tentación de la incredulidad, para gastarnos por los demás y por el Reino, para soñar con llegar al más apartado rincón de la Tierra.
Es la hora de tener valor para tomar parte en la actividad misionera de la Iglesia. Hasta el último confín, sin límites ni fronteras. Todos estamos llamados a la misión. El anuncio del Evangelio es una necesidad del creyente.
Con Francisco que llevó el anunció del evangelio hasta el confin del mundo, decimos: “Oh alto y glorioso Dios...”
CANTO: “Sois la sal..” (108 Oración)
1º LECTURA:
¡Qué hermosos son sobre los montes Los pies del que trae buenas nuevas, Del que anuncia la paz, Del que trae las buenas nuevas de gozo, Del que anuncia la salvación, Y dice a Sion: "Tu Dios reina!" ¡Una voz! Tus centinelas alzan la voz, A una gritan de júbilo Porque verán con sus propios ojos Cuando el SEÑOR restaure a Sion. Prorrumpan a una en gritos de júbilo, Lugares desolados de Jerusalén, Porque el SEÑOR ha consolado a Su pueblo, Ha redimido a Jerusalén.
CANTO: “Sin tu Misericordia” (107 Oración)
NOTICIA:
EL VALOR DE SER MISIONEROS
El DOMUND 2017 SE PRESENTA con el lema “Sé valiente: la misión te espera”. Se trata de exhortar a las comunidades eclesiales, a los fieles cristianos, al Pueblo de Dios, a tener coraje para vivir la misión, entregando generosamente y con valor la fe recibida.
Valentía ¿para qué?
Valentía para vencer algunas tentaciones que aparecen en el camino del creyente. Tentaciones con una gran capacidad de persuasión y que nacen ordinariamente de una fe lánguida y deficientemente fundamentada.
Valentía para vencer la visión secularizante que identifica la fe con la cultura de un pueblo. “Nuestra forma de ser y vivir está inspirada en la fe cristiana, pero en otros ámbitos territoriales es otra concepción religiosa la que ilumina el sentido de su vida; por tanto”, se dice, “no es necesario ir a esos lugares para llevarles la cultura «cristianizada» de Occidente”. Ante esta argumentación, es preciso tener la valentía de responder con la certeza de que la fe es más que una cultura, de que la Redención de Jesucristo es algo más que una simple liberación social.
Valentía no solo para dejar salir, sino para enviar a aquellos a quienes el Espíritu Santo llama a la misión. Las instituciones eclesiales, que antiguamente gozaban de recursos humanos para enviar a evangelizar, cooperando con otras Iglesias en su maduración, están experimentando la pobreza por la carencia de estos efectivos. Nace la tentación de justificar el cierre de puertas para que no salga nadie, con el pretexto de que aquí y ahora estamos urgidos igualmente por la misión. Es el individualismo que enmascara la pérdida de la dimensión universal de la fe. Pero, en el interior de cada comunidad cristiana y, de modo mucho más elocuente, en el de la diócesis, late con fuerza esa dimensión universal.
Valentía, en quien es llamado a la misión, para vencer aquellos argumentos disuasorios que le llevan a considerar que carece de las cualidades suficientes para ser misionero, al entender que estos son unos héroes. Es fácil sucumbir a esta tentación de la propia incapacidad para ir a la misión. A ello puede sumarse la presión de la opinión pública —en la que la dictadura del “se lleva”, el prestigio o el bienestar predomina sobre cualquier otra opción que suponga la renuncia y la entrega— y la percepción de que entregándose se pierde libertad.
Otras muchas situaciones se podrían describir para justificar la invitación al coraje que lanza el Papa. Ante estos condicionamientos externos e internos que dañan la respuesta a la misión, no cabe otra alternativa que la valentía de darse, como se descubre en varias imágenes del Evangelio.
Pastor, Sembrador, Pescador
El pastor reconoce que le han sido entregadas unas ovejas que no son suyas, pero que ha de cuidar como tales, hasta dar la vida por ellas. Se identifica de tal manera que las conoce por su nombre, las acompaña en su vida y las conduce a los buenos pastos. Unas veces va delante, abriendo camino para llevarlas a las majadas; otras, anda entre ellas, manteniendo un diálogo personal con cada una, o se retrasa para atender a las que caminan con mayor dificultad o tienen la tentación de rezagarse. Para ser buen pastor hace falta valor para salir de uno mismo y entregarse a los demás.
Valentía del sembrador para lanzar a voleo la simiente que gratuitamente ha recibido. No le duele el desprendimiento, ni el desgarro de prescindir de aquellos granos sementeros; al contrario, tiene la alegría de que aquello que siembra con largueza se multiplicará en nuevos frutos. Es la imagen de la gratuidad, por la que el misionero no se queda con nada, se vacía. Y más aún: valentía para ser grano que el Sembrador esparce en una tierra para morir y ser transformado en una comunidad cristiana de creyentes que, a su vez, se conviertan en nueva semilla para nuevas siembras.
La misión es el mar por el que navega la barca de la Iglesia que conduce el misionero con valentía y decisión. Sabe que su trabajo está en no pocas ocasiones sujeto a imprevistos, sorpresas e incluso riesgos. Así vive el evangelizador que, apoyado en la Providencia, se hace amigo de la intemperie. Tiene tal confianza en el Señor que no duda en subir a la barca, soltar amarras, bogar mar adentro y echar la red, aunque los pronósticos sociológicos y estadísticos anuncien que no es el momento ni el lugar adecuado. A pesar de ello, el misionero es valiente y se fía, en la confianza de que la pesca no se hará esperar.
CANTO: “El Alma que anda en amor” (38 Oración)
EVANGELIO:
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias, y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Me voy a pescar. Ellos le dijeron: Nosotros también vamos contigo. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y El les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Oyendo, pues, Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se la había quitado para poder trabajar), y se echó al mar. Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino a unos cien metros, arrastrando la red llena de peces. Entonces, cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed algunos de los peces que habéis pescado ahora. Simón Pedro subió a la barca, y sacó la red a tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres; y aunque había tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: Venid y desayunad. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Jesús vino, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
CANTO: “Confio” (19 oración)
SALIDA
Levanto el corazón a ti, Señor: Ayúdame a lanzarme, hazme valiente. Muéveme con tu impulso a donde quieras, Inventa los caminos de mi vida. Sé que Tú me guiarás, y eso me basta. Incluso con mis dudas y mis miedos, Oyendo tu llamada, daré el salto: No importa nada más, si vas conmigo. Tu alegría, Señor, será mi fuerza, Evangelio que es luz para los pobres. Envíame a anunciar esta Noticia, Sembrando la ternura y la esperanza Por las mil periferias de este mundo. En tu misión confío, porque es tuya. Renueva esta ilusión de darme a todos, Amándote en quien sufre, en mis hermanos.